Nuetras Armas No Son Carnales

 

                                       Nuestras Armas No Son Carnales

«Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo.  Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas». II Cor. 10:3-4

 Jesús estaba rodeado de una gran multitud, todos estaban asombrados y temerosos, minutos antes, el Señor había expulsado a un demonio mudo de un hombre, pero algunos dijeron que lo había hecho por medio de Belcebú, príncipe de los demonios.

Que tal acusación! Acusar al mismo Señor de hacer algo en el nombre del peor enemigo de Dios.

El Señor dio una gran enseñanza sobre los espíritus de maldad, entonces una mujer (que estaba entre la multitud) le gritó: «Dichosa la mujer la  que te dio a luz y te amamantó!

 Pareciera un gran halago, o un reconocimiento a las enseñanzas del maestro, pero más bien eran palabras dichas por una persona cargada de envidia e hipocresía, el Señor discernió sus malas intenciones y le respondió: «Antes bien, dichosos los que oyen la Palabra y la obedecen!

Todo el tiempo que Jesús caminó en el mundo, se enfrentó a éste enemigo poderoso y lo venció, pero hoy como cristianos, pocas veces estamos listos a imitar la forma en que él guerreó y nos acostumbramos a vivir con nuestros propios demonios, como el de la mujer envidiosa.

Quizá tu demonio se llama orgullo, celos, rencor, falta de perdón, mentira, chisme, etc.; convives con él, en vez de expulsarlo, poco a poco entonces, va tomando lugar hasta convertirse en una fortaleza de maldad.

Renuncia a una vida mediocre y sin victorias.  Conviértete en un guerrero espiritual, pero no te pongas la armadura sin antes renunciar a tu vieja naturaleza, no se puede servir a dos señores.

Oración: Padre amado, siempre me pregunto cuanto mas quieres que saque de mi ser que estorba tu santidad, si dejo que el resentimiento se quede rezagado en algún rincón de mi corazón se convertirá en un monstruoso ser de 7 cabezas, ira, venganza, juicio, chisme, mentira, orgullo y blasfemia. No quiero tener esto en mi templo, me limpio de todas estas cosas y me humillo ante ti. Gracias Señor, amén.

Autor:  Desconocido

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