Estudios Biblicos – 10.-Resentimiento y Otros Gigantes

ESTUDIO BIBLICO – GIGANTES AL ACECHO

Por:Ord.LMorrow

Gigantes al Acecho

Capítulo 10

Resentimiento y otros Gigantes

En la Biblia leemos que antes del diluvio «había gigantes en la tierra» (Génesis 6:4). Los hijos de Israel encontraron gigantes en la tierra prometida (Números 13:33). Cada época tiene sus gigantes, en cada tierra prometida.

Los gigantes acerca de los cuales se habla en las Escrituras eran gigantes literales; eran hombres reales. Nuestros gigantes pueden ser de diferentes clase, pero son igual de reales, igual de amenazadores, igual de poderosos. Nuestros gigantes son aquellas cosas que nos estorban o impiden conseguir lo mejor, que nos impiden ser lo que debemos ser, lo que queremos ser o lo que Dios quiere que seamos. A menudo somos estorbados, arrinconados, espantados, pisoteados o derrotados por estos gigantes. O bien aprendemos a conquistarlos, o terminarán controlándonos, y alejando de nosotros todas las cosas buenas que Dios tiene para nosotros.

Los gigantes que enfrentamos no son cobardes. Nos atacan, sin importar lo qué seamos o dónde estemos. Si no estamos alertas, nos privarán del mismo gozo del Señor, que es nuestra fuerza (Nehemías 8:10). Estos gigantes pueden dejarnos vapuleados, gimiendo, y con nuestras vidas marchitas e inútiles.

Otro de estos gigantes al acecho es el resentimiento. Si dejamos que el gigante de un corazón no perdonador nos controle, estrangulará nuestra vida. Tal vez digamos: «La verdad es que no puedo perdonar a esa persona. Lo que hizo es imperdonable. ¡Si supieran lo que me hizo!»

Quizás nunca aprenderemos. Nunca podremos penetrar en algunos de los sufrimientos y aflicciones que otros padecen; sin embargo, sabemos que si dejamos que el resentimiento nos invada, si no podemos o no queremos perdonar, sufrimos. No es la otra persona la que realmente sufre más; somos nosotros mismos. Efesios 4:30-32 nos dice: «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.»

Hay unas cuantas preguntas que debemos formularnos: ¿Nos perdonó Dios porque lo merecíamos ? No, no merecíamos perdón. No vinimos a Dios para decirle: «Soy tan bueno, como puedes ver, que merezco ser perdonado .» ¡En ninguna manera! El perdón viene entera y únicamente por medio de nuestro Señor Jesucristo , «en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (1:7). Fue la aplicación en nuestros corazones de la obra de Cristo lo que nos trajo perdón. Así como Dios nos perdonó, nosotros también debemos perdonar a otros.

No, no es fácil. Pero el Señor no dijo que sería fácil. De hecho, El dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mateo 16:24). Sin importar cómo definamos la «cruz,» no podemos reducirla a algo fácil o simple. Es algo muy difícil, duro y penoso. Dios quiere que perdonemos a otros igual como Dios nos ha perdonado.

Un corazón no perdonador es un gigante al acecho en tu vida. Te arruinará, quitará de tu corazón la ternura que te hace ser útil y servir, que te hace amar a otros, y que hace que otros te amen.

Bien puedes extender tu dedo, y decir: «Pero, no es justo. ¡Miren lo que me han hecho!» Puedes inclusive agotar las palabras tratando de explicarlo; ya no sabes qué decir; estás perplejo. Por supuesto que no es justo. ¿Quién dijo que esta vida es justa? ¿Lees en alguna parte de la Escritura que esta vida siempre sería justa? Mira a tu alrededor . Observa el sufrimiento de los niños en muchas partes del mundo. Por supuesto que no es justo. Muchas cosas en el mundo no son justas. La forma en que nos tratamos unos a otros, o la manera en que una nación trata a otra; ¿es justa? ¡No, por supuesto que no!

Un corazón que perdona no procede de echar una mirada alrededor y decir: «¡Qué mundo tan bello! Todo marcha de maravilla; todo mundo trata de ser equitativo. Por tanto, para ser justo, yo también voy a perdonar.» No, simplemente perdonas porque Dios te perdonó por Cristo .

Abraham preguntó: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25). Es una buena pregunta. Por supuesto que El hará lo que es justo. Somos criaturas de más de un mundo. La Biblia es un libro de dos mundos . Si no hubiera un mundo en el más allá, si no hubiera nada de qué dar cuentas, ni Dios, ni esperanza, ni cielo, ni infierno, muchos de nosotros tendríamos que hacer cambios drásticos. No habría razón alguna para creer en la Biblia ni predicar su mensaje.

Podemos perdonar porque conocemos algo acerca de este mundo y algo acerca del venidero. Dios no ha perdido el control, ni está muerto. Hay un mundo venidero y bien podemos perdonar, así como Dios nos ha perdonado en Cristo. Dios va a juzgar al mundo en justicia, por Aquel a quien levantó de los muertos; de modo que dejamos el asunto del perdón y del juicio en Sus manos. Después de todo, El conoce todos los hechos; nosotros no. Cometemos terribles errores en algunos de nuestros juicios, pero Dios no comete errores. El conoce todos los hechos.

Hay otro gigante que nos ataca a menudo. Le podemos rotular como el gigante del «¿Qué dirán?» Tal vez digas: «A mí no me importa lo que la gente piense.» ¿De verasí Tal vez nunca te ha ocurrido algo que haría una diferencia; pero, espera a que alguien en tu familia haga algo que no debería haber hecho. Espera nada más a que alguno de los tuyos haga algo terrible, o que se encuentre metido en graves problemas. Tal vez digas: «Eso jamás me ocurrirá a mí.» Puede ser. Sin embargo, lo más probable es que sí te ocurrirá. Entonces este gigante al acecho tendrá su oportunidad de atacarte, sentirás su aguijonazo, y dirás: «¿ Qué va a decir la gente?»

Cuando todavía era pequeño mis padres se divorciaron. Atravesé toda esa experiencia pensando en el ¿qué dirán? Por muchos años hice todo lo posible por evitar dar a entender que mis padres se habían divorciado.

Hay que aprender a tratar con este gigante, y no es fácil conquistarlo. Para alcanzar la victoria sobre tal gigante, hay que ir a la Palabra de Dios. Filipenses 2:13 dice: «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» Esto es, Dios obra en ti tanto para darte el deseo de hacer Su voluntad, como para darte el poder para hacer lo que El quiere que hagas de modo de que puedas agradarle.

La mejor manera de tratar con este gigante es observar a tu alrededor y considerar la situación; luego, mirar a Dios y contárselo. Dile que te gustaría ser un buen ciudadano de este mundo, que quisieras ser útil, amable, de ayuda y de bendición para otros.

Deberíamos tener solo una meta en la vida: agradar a Dios . Si la gente dice cosas y piensa cosas que no puedes evitar, ¿qué vas a hacer? ¿Huir y esconderte? ¿Correr las cortinas y echar llave a la puerta? Mejor es mirar a Dios y decir: «Me han entendido mal, y sé lo que la gente piensa. Andan diciendo cosas malas; pero , Señor, estoy tratando de hacer solamente una cosa, y esa es: agradarte a ti.»

La opinión ajena puede ser un gigante muy real, y no muere fácilmente.

Otro gigante al acecho que ha arruinado a mucha gente es el gigante del mal genio, o mal carácter. Muchos se lamentan: «¡Si solamente no tuviera tan mal genio!» Escúchalos. Ve a su lugar de trabajo, o al sitio donde se congregan o hacen cualquier cosa, y escúchalos explotar. Pierden los estribos por tonterías. Estallan en cólera, y dicen toda clase de cosas sin sentido, salpicadas con toda suerte de juramentos y blasfemias . Algunas veces, si acaso en verdad están pensando con la cabeza, sienten un poco de remordimiento y dicen: «Podría llegar a ser realmente alguien si no fuera por este mal genio que tengo.»

El carácter o genio en sí mismo no es malo. Se ha dicho que el hombre, como el acero, necesita tener su temple; de lo contrario, no sirve para nada. Si puede ser aplastado, o moldeado en cualquier dirección, y allí se queda, entonces de nada sirve.

El carácter o temperamento en sí mismo no es malo; hay lugar para la ira también. El problema es ¿quién controla la ira? ¿Quién controla tu vida? Por eso es que la Biblia dice: «Sed llenos… [controlados] del Espíritu» (Efesios 5:18). Cuando el Espíritu Santo tiene el control de tu temperamento o genio, tienes contigo algo vital y que Dios puede usar sin que explote.

Tal vez desees poder controlar tu genio, pero probablemente jamás lo lograrás. Serás como otros miles, que luchan, tratan, se esfuerzan, y hasta logran resultados por un corto tiempo. Entonces dicen: «Al fin me libré del mal genio.» Entonces alguien dice o hace algo que les hace estallar en cólera, y pierden el control de nuevo. Por eso, el genio y temperamento debe ser traído y puesto en las manos de Dios. El Espíritu de Dios tiene que controlar ese genio.

Otro buen número de personas sufre por los ataques del gigante «Nadie me quiere.» Cometemos dos faltas cuando pensamos que nadie nos quiere. Primero, lo más probable es que sí hay alguien que nos quiere. Por un buen rato yo pensé que nadie me quería. Tardé tiempo en descubrir que mi padre siempre me quiso. Mi madrastra también me quería, a su manera. En aquella época yo no me daba cuenta de ello; ahora, al mirar al pasado, puedo notarlo claramente. No solamente eso, sino que ciertamente Dios me ama. Fui un hombre ya crecido antes de descubrir y comprender realmente que Dios en verdad me ama. Cuando pude sobreponerme a mis ideas equivocadas, pude poner en su lugar a este viejo gigante. Alguien me ama, y Dios me ama.

Todos nosotros, padres e hijos, esposas y esposos, debemos decirnos unos a otros que nos queremos, que nos amamos; así este gigante no nos atacará. Mucha gente se queja: «Nadie me quiere.» «Mi mujer (o mi esposo) no se preocupa por mí.» «Mis hijos (o mis padres) me ignoran completamente.» Debemos decirnos unos a otros que nos queremos, que nos amamos, y así derrotaremos a este gigante .

A menudo los gigantes gemelos de la sobre actividad y del frenesí nos acosan. Parece que no queda tiempo ni para pensar. Todo se mueve a velocidad vertiginosa. Alguien ha dicho: «Si necesitas más horas de las que tienes, necesitas cambiar algo.»

Otro problema que puede convertirse en un gigante al acecho es una desilusión amorosa. Este gigante tampoco es fácil vencer. Recibir una decepción amorosa puede que no sea la más grande tragedia del mundo, sin embargo, es una muy real.

¿Recuerdas el cuento de la lágrima? Había una vez una lágrima corriendo por una mejilla. Otra lágrima le preguntó: «¿De dónde vienesí» «Vengo de los ojos de alguien que perdió un amor,» contestó la primera. Luego la segunda lágrima notó otra, y le preguntó: «¿De dónde vienesí» «Vengo de los ojos de él que encontró ese mismo amor,» fue la respuesta. La desilusión en el amor puede ser un gigante muy real.

Algunas veces tenemos que poner en orden nuestros sentimientos. David decía: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto» (Salmo 55:6-7).

La Biblia dice: «Y mirarán a la tierra, y he aquí tribulación y tinieblas» (Isaías 8:22). Debemos mirar hacia arriba, y confiar. «Yo soy la luz del mundo,» dijo Jesús en Juan 8:12. Tenemos que dejar que la luz penetre. Jesucristo puede «salvar perpetuamente a lo que por él se acercan a Dios» (Hebreos 7:25).

¿Sabes lo que eso significa, en lenguaje sencillo? Significa que Dios Todopoderoso puede tomar a tu gigante y destruirlo . ¿Le traerías, por fe, a tu gigante y le dejarías que El se haga cargo de todos tus problemasí

¡Vamos no pierdas tiempo!

¡Cristo te Ama!

Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir (Ap.1:4ª)Amén.

Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. (Ap22:20).Amén

Nos vemos en el Proximo Estudio Biblico, en el tema Controlando a los gigantes, en Gigantes al Acecho,Bendiciones

2Cor13:14

2 COMENTARIOS

  1. Agradecida con Dios por que necesitaba leer sobre esos gigantes que en ocasiones quieren debilitarme, pero esas lecturas me despertaron e invitaron a deshacerme de ellos en el instante,  en el Nombre de Jesús, y a continuar con el Gozo que  Viene de DIOS

  2. Fueron  agradable  estas lecturas comprendí la necesidad de estar con Dios cada momento de mi vida para que esos  gigantes no me roben el Gozo que viene de DIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí