Devocional – Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos

Devocional – Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos [Juan 14,15]

¿Quién podrá hacerles mal, si ustedes se empeñan siempre en hacer el bien? Pero aun si por actuar con rectitud han de sufrir, ¡dichosos ustedes! No tengan miedo a nadie, ni se asusten, sino honren a Cristo como Señor en sus corazones. Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras. Es mejor sufrir por hacer el bien, si así lo quiere Dios, que por hacer el mal [1 Pedro 3,13 – 17

No sólo hemos de anunciar el Evangelio, sino que hemos de dar razón de nuestra esperanza: la vida que ha sido reservada para nosotros en Cristo Jesús, sentado a la diestra de Dios Padre, después de haber padecido por nosotros en obediencia amorosa a la voluntad del Padre, y en amor manifestado a nosotros hasta el extremo. ¿Realmente queremos estar con Él? La respuesta a esta pregunta no se puede dar sólo con los labios; no podemos decir que pertenecemos a Cristo ya desde ahora porque lo anunciamos con valentía, incluso en ambientes hostiles al Evangelio. Si a través de nuestra vida, de nuestras obras, de nuestras actitudes, no damos razón de nuestra esperanza, estaremos perdiendo el tiempo, pues nuestras obras estarán indicando que no vivimos nuestro compromiso verdadero con Cristo.

El que recibe mis mandamientos y los obedece, demuestra que de veras me ama. Y mi Padre amará al que me ama, y yo también lo amaré y me mostraré a él [Juan 14,21]

En medio de un mundo cuya barca hace agua por todas partes amenazando los valores fundamentales de la vida del hombre, la iglesia de Cristo no puede convertirse en una comunidad que viva bajo el permisivismo que todo lo relativiza, y que no tiene una roca firme que le dé su auténtico sentido a la vida. Cristo debe darle fundamento a nuestra fe; Cristo, que nos une al Padre y que nos une a nosotros como hermanos totalmente comprometidos unos con otros en el amor fraterno, que nos ha de llevar a buscar el bien de todos por encima de nuestros intereses personales y egoístas colaborando unos con otros en la construcción de un mundo que avance hacia su madurez, hasta lograr identificarse con Cristo, el hombre perfecto. Y esto no es obra nuestra, de nuestros frágiles esfuerzos; esto es la obra de Dios en el hombre.

¡Vengan todos ustedes, los que tienen temor de Dios! ¡Escuchen, que voy a contarles lo que ha hecho por mí! Con mis labios y mi lengua lo llamé y lo alabé. Si yo tuviera malos pensamientos, el Señor no me habría escuchado; ¡pero él me escuchó y atendió mis oraciones! ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni me negó su amor! [Salmo 66,16 – 20]

Si nuestra fe no se ha centrado en Cristo y no estamos abiertos a dejarnos guiar por su Espíritu Santo, nos será imposible lograr llegar a nuestra plena realización conforme al Plan del Creador, nuestro Dios y Padre: que todos seamos conforme a la imagen de su propio Hijo. Los que nos gloriamos en ser la iglesia de Cristo debemos ser conscientes de que vamos al mundo a anunciarle el Evangelio desde una vida intachable, que manifieste que la salvación ha llegado primero a nosotros para que, desde nosotros, llegue a los demás. Seamos congruentes con nuestra fe, escuchando a Jesús, viviendo conforme a sus enseñanzas y dando con nuestras obras, razón de nuestra esperanza. Seamos una iglesia que proclame a Cristo para salvación de todos; hagámoslo como discípulos que escuchando la voz del Señor, y yendo tras sus huellas cargando nuestra propia cruz, nos convertimos en un signo creíble de Cristo, Camino, Verdad y Vida para toda la humanidad.

¡¡¡Espíritu Santo, te rindo honor y gloria de todo corazón. Te ruego que me conduzcas a la verdad completa, para que sea capaz de conocer más y mejor a Cristo Jesús, mi Señor y mi Dios, y vivir según sus caminos!!!

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