Estudios Biblícos – Luis Palau – La encarnación de Jesús (parte 2)

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Estudios Biblícos – La encarnación de Jesús (parte 2)

Deseo con todo el corazón y en el nombre de Jesucristo una grandiosa, gloriosa, feliz, maravillosa temporada de Navidad. Y la mejor manera de disfrutar de la Navidad es pensar aunque sea por solo diez minutos en la gloriosa persona de Nuestro Señor Jesucristo.

Usted recordará que Cristo es el Hijo de Dios antes del tiempo y del espacio, antes de la creación temporal.

Segundo, que su concepción en el vientre de la bendita Virgen María fue sobrenatural por obra del Espíritu Santo.

Tercero, la encarnación de Cristo por obra del Espíritu Santo mantiene, eleva y confirma la plena divinidad de Jesucristo, que Él es Dios, la deidad, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Veremos tres cosas más, ahora que estamos bien próximos a la Navidad en sí. Primero la encarnación de Cristo por medio del Espíritu Santo en el vientre de la bendita Virgen María confirma y establece la plena humanidad de Jesucristo, porque Él es Dios que se hizo hombre, un ser humano. Nació de una mujer, nació en una familia hebrea y fue sujeto a las leyes hebreas. Gálatas 4:4-5 dice: «Pero, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos». Así que Jesucristo al nacer encarnado por medio de una mujer, la Virgen María, se demostró ser plenamente un ser humano, experimentó todos los problemas que nosotros los seres humanos tenemos que expermintar, pero nunca pecó. Él tenía hambre, tenía sed, se fatigaba, tenía tristeza, lloró cuando su amigo Lázaro murió, sintió las tentaciones, pero nunca se de jó llevar por la tentación y aunque era plenamente Dios, Jesús como hombre compartió con nosotros las debilidades de ser un ser humano y por eso es que Jesucristo es el gran puente entre Dios y los hombres. Por eso San Pablo en 1 Timoteo 2:5 dice: «Hay sólo un Dios y sólo un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre Cristo Jesús» (NTV). Él era hombre, no un fantasma, no era medio ángel, era hombre ciento por ciento aunque sin pecado.

En quinto lugar en nuestro estudio, la encarnación de Cristo por el Espíritu Santo sobrenaturalmente en el vientre de la bendita Virgen María demuestra y explica la personalidad única que es nuestro Señor Jesucristo.

Jesucristo es sin paralelo porque Él era tanto Dios como hombre, dos naturalezas en una sola persona para siempre ¡Qué misterio! Pero uno no tiene miedo a este misterio aunque uno no alcance a poder explicar con palabras. Yo lo he intentado por más de cincuenta años y todavía no encuentro la vuelta y he leído muchísimos libros y todavía no encuentro quién lo pueda decir correctamente pero lo entiende en su espíritu, uno lo entiende en el alma, en el fuero íntimo, el Espíritu Santo le enseña que Jesucristo tenía las dos naturalezas, era hombre, era Dios, una sola persona, no dos, un misterio pero una hermosura y el mismo Jesucristo que dijo «tengo sed» (Juan 19:28) y les dice a sus discípulos «pídanme lo que quieran y yo lo haré» (Juan 14:13). Así nomás, porque era el Hijo de Dios.

Los escritores del Nuevo Testamento no tratan de explicar como si fuera filosofía cómo una personalidad podía ser tanto divina como humana pero el retrato que nos dan de Cristo, lo identifican a Cristo tanto como Dios hecho Hombre, como pleno hombre. Cuando uno más lee el Nuevo Testamento y de vez en cuando refiere al Antiguo Testamento para ver cómo eran las profecías, cuanto uno más lee el retrato de Cristo es bien claro, indudablemente, era Dios encarnado, era hombre perfecto sujeto a tentación pero nunca pecó y luego que muere y resucita y asciende a los cielos es lo más natural de la historia. Cuando uno mira a Jesucristo como Él se ha revelado uno se enamora de Él, lo ama y no aguanta hasta que llegue el día en que lo veamos cara a cara. La Biblia dice que un día cuando Él vuelva en las nubes y nos lleve al cielo, o muramos y vayamos al cielo de una vez antes de su regreso, dice Isaías 33:17: «Sus ojos verán al rey en todo su esplendor» (NTV). ¡Qué hermoso!, ¿verdad?


En esta temporada de la Navidad pienso en las ganas que tengo de ver a Cristo cara a cara. Cuando mi padre murió cantamos una canción que decía: «Cara a cara espero verle más allá del cielo azul, cara a cara en plena gloria, yo veré al Señor Jesús».

¡Qué día glorioso será aquél cuando nos postremos no ya simbólicamente sino verdaderamente frente a Él mismo! ¡Qué día será cuando lleguemos al cielo; el turno nos va a llegar cualquier día de éstos y en vez de estar celebrando a Jesús frente a un arbolito de Navidad o un pesebre o en una mesa, lo veamos cara a cara al Rey en su hermosura. La Biblia dice: «sus siervos verán su rostro» (Apocalipsis 22:4). Imagínese usted, vamos a ver el rostro de Jesús.

Éste es el último punto en esta Navidad. La encarnación de Cristo por obra del Espíritu Santo en el vientre de la bendita Virgen María sin intervención de padre humano, confirman el misterio salvador de Jesucristo. Jesucristo el Hijo de Dios vino al mundo para buscar y salvar a lo que se había perdido y era el único que nos podía salvar, porque en este aspecto de la encarnación, es casi imposible entender pero Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el Salvador de la raza humana. No hay otro que nos pueda salvar, no hay otro que nos pueda dar paz. «Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo» (Juan 14:27 NTV). Por eso San Pablo termina en Filipenses capítulo 2:9-11: «Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todo los demás nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y deba jo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre» (NTV).

Doblemos hoy la rodilla ante Jesús y en esta Navidad adorémosle porque Él es un Salvador resucitado, un Salvador poderoso, está sentado a la diestra de Dios Padre para salvar eternamente a todos los que por Él se acercan a Dios.

En esta Navidad si usted nunca le ha abierto el corazón a Cristo, haga esta oración:

«Jesús, bendito Hijo de Dios, verdadero Hombre y verdadero Dios, entra a mi corazón y dame la vida eterna ahora y para siempre. Amén».

por Luis Palau

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