LA TRADICION

Mr. 7: 5-8 «Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos inmundas? Respondiendo Jesús, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres».

Col. 2: 8 «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo».

Realmente muchas veces pienso que un tema como éste no es necesario tratarlo en una predicación, debido a la simpleza y claridad con que lo expone la Palabra de Dios. Considero que todo comentario humano solamente va ser una redundancia de lo que el Señor, con su autoridad y sabiduría divina ha declarado en la Biblia.

Bastaría con tomar una concordancia y ubicar los pasajes donde aparece la palabra «tradición», y después de leerlos, nadie podría tener una doble interpretación de ellos. Pero más bien en consideración a aquellos que no tengan acceso a una concordancia, haré una breve reseña sobre este tema.

El Señor calificó a la tradición, con toda justicia y en forma muy apropiada, como a mandamientos de hombres y de origen humano, la llamó: La tradición de los hombres. Y en contraste a esto, define a la Biblia como: La Palabra de Dios.

Cuando uno quiere agradar a Dios y saber algo sobre alguna materia, en forma natural se inclinará por la Palabra de Dios, y no por la palabra de los hombres, especialmente cuando estos dichos humanos están en conflicto con lo que el Señor ha revelado en la Biblia.

Lo único infalible es la Palabra de Dios. Pero los hombres en su soberbia y obstinación por contradecir a Dios, tuvieron que revestir de ese atributo divino a un hombre para poder añadir los mandamientos de hombres y elevarlos al mismo nivel de la autoridad de Dios, para todos los seguidores de ese credo religioso. Aún los dichos populares del hombre sostienen: «Errar es humano». Por lo tanto, alguien que no pueda errar y sea infalible, sería dios.

No existe otro dogma que haya insultado más la inteligencia de los católicos y la dignidad de Dios, que esta declaración que el papa es INFALIBLE. Esto sucedió en el concilio Vaticano efectuado en el año 1870, después de varios siglos de infructuosos y ardientes siglos de persecución de la «Santa» Inquisición, para destruir la Biblia y quemar a millones de fieles cristianos en hogueras públicas.

Fue el papa Pio IX en el año 1870 que forzó a todos los católicos del mundo a reconocerlo como «Infalible» so pena de caer en maldición por la iglesia. Esa declaración, que obviamente está vigente hasta nuestros días dice: «Pero si alguno (que Dios no lo permita) presume contradecir ésta nuestra definición, sea maldito».

Los romanistas sabían que no podían competir con la Biblia que es la Palabra de Dios, así que tuvieron que revestir a un hombre de atributos divinos para pretender elevar «la tradición y mandamientos de hombres» a un mismo nivel de la infalible Palabra de Dios, y todo lo que al Señor «se le olvidó» mencionar, lo declara esa autoridad infalible y ya está solucionado.

Si el papa es infalible, significa además que la «Santa Inquisición», las Cruzadas, el fetichismo, la idolatría, la superstición, la comunicación con los muertos y todo eso que fomenta Roma no puede ser un error (porque el papa no puede equivocarse), aunque la Palabra de Dios condena abiertamente todo eso.

El Señor califica de «hipócritas» a aquellos que desean aferrarse a la tradición de los hombres, para justificar sus creencias y prácticas que no aparecen en la Biblia. Porque ciertamente, la tradición, por no ser de inspiración divina está sujeta a errores, invenciones y manipulaciones según la conveniencia de cada cual.

En Col.2: 8 leímos: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo». Dios nos está advirtiendo del peligro que implica prestar oídos a la tradición de los hombres y no ocuparnos únicamente de la infalible Palabra de Dios. Porque podemos ser arrastrados al engaño por medio de la astucia de los hombres que emplean la filosofía y huecas sutilezas; todo lo cual tiene su origen en el corazón del hombre y no en Dios, porque es «de los hombres».

Lo único confiable, infalible e inmutable es la Palabra de Dios. El Señor dijo: «el cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán». Fuera de ella solamente hay confusión e intereses de hombres que por vanagloria, egoísmo y avaricia toman la piedad como fuente de ganancia; a éstos evita (2Tm.3: 5).

El apóstol Pablo, relatando su propio testimonio dice en Gál.1: 14 «en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres». Y todo eso que le enorgullecía en el judaísmo, incluyendo sus tradiciones, dice en Filp.3: 8 que una vez que aceptó al Señor Jesucristo como su Salvador, todo eso lo consideró como «basura».

La imperfección y falta de confiabilidad que merece la tradición de los hombres, queda de manifiesta aún con aquella transmitida por los propios discípulos del Señor. Dice en el evangelio de Jn.21: 21 en adelante, cuando Pedro, antes que el Señor volviera al cielo, le preguntó respecto a Juan: «Cuando Pedro vio a Juan, dijo a Jesús: ¿y qué éste? Jesús dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquél discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?».

¿Nos damos cuenta que no podemos confiar incluso en la tradición divulgada por los propios discípulos del Señor? Los cristianos no estamos siguiendo tradiciones, ni aún aquellas transmitidas por los apóstoles de Cristo; nuestra certidumbre de fe descansa exclusivamente en la infalible Palabra de Dios, la cual es inspirada y revelada por el Espíritu Santo, y más allá de su última página no existen nuevas revelaciones, porque Dios selló ese libro Sagrado.

Todo dogma y postulado de fe que no descanse en la Biblia, es invención de hombres, fábulas humanas y vanas sutilezas que Satanás y sus agentes han elaborado, para engañar y arrastrar a la perdición a todos aquellos que menosprecian la revelación divina entregada en las Sagradas Escrituras.

Cuando escasea la Palabra de Dios, es que esas fábulas, visiones e imaginación de hombres que se alimentan de la superstición, logran su mayor desarrollo. Pero el creyente que ha depositado su fe en la inamovible Palabra de Dios, será liberado de esas corrientes de aguas contaminadas que provienen del mismo alcantarillado del infierno.

La tradición de los hombres es una herramienta muy eficaz para aquellos que perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Por éste motivo Pablo nos advierte en Gal.1: 6 «Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema (maldito)».

Es verdad que muchas tradiciones de hombres han perseverado a través de los siglos, pero su antigüedad no es prueba de veracidad ni de autoridad. Por ejemplo, en la India todavía existen lugares donde se practican tradiciones milenarias, donde la viuda debe ser enterrada junto a su difunto marido. Es una tradición mucho más antigua que las de occidente, pero eso no significa que tiene la aprobación de Dios. Además no podemos dejar de mencionar, que el Señor dijo que el trigo y la cizaña crecerán juntos hasta cuando él vuelva y haga la separación.

El apóstol está advirtiendo a aquellos que se han alejado del evangelio de Jesucristo para seguir un evangelio de obras, penitencias, fábulas, mandamientos y tradiciones de hombres, conforme a los rudimentos del mundo y no según Cristo.

Algunos agentes de Satanás, disfrazados de ministros de justicia, como nos advierte la Palabra de Dios, para justificar toda esa maraña de fábulas e invenciones que han elaborado a través del tiempo; viéndose imposibilitados de justificar de una forma que la inteligencia humana lo soporte, han pretendido rebajar la Biblia a un nivel humano.

Dicen en su desesperación para justificar sus tradiciones, que la Biblia es una recopilación de tradiciones. Esa es una necedad que raya en la ignorancia y se apoya solamente en un sofismo muy mediocre, que además deja al descubierto su total desprecio por la Palabra de Dios como fuente revelada e inspirada por el Espíritu Santo.

Lo que pretenden demostrar es que la tradición y la Palabra de Dios están a un mismo nivel. Como no pueden elevar la tradición de los hombres de una manera que la inteligencia humana lo resista, anhelan bajar la Palabra de Dios a la misma altura de la tradición de los hombres.

Pero el Señor, con su autoridad divina asegura en Su Palabra: (2Tm.3:16) «Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia»

El apóstol Pablo, que fue el instrumento humano que Dios utilizó para escribir más del 75% del Nuevo Testamento, no dice que fue una recopilación de tradiciones humanas, muy por el contrario, él afirma en forma enfática en Gál.1: 2 «Yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo».

Los discípulos del Señor no predicaron sus creencias basándose en algo tan débil y poco confiable como es la tradición, sino que predicaron con la autoridad de la Biblia, dice en Hch.18: 28 «Porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo».

Ese fue el ejemplo que les dejó el Señor Jesucristo, Lc.24: 27 «Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, Jesús les declaraba en todas las Escrituras, lo que de él decían».

En Jn.5: 39 el Señor predicando ante una gran multitud mandó: «Escudriñad las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de mí». En cambio, siempre cuando la Biblia hace referencia a la tradición de los hombres, es para advertirnos de su peligro y que la desechemos, porque eso es obra de hombres, no de Dios como es la Santa Biblia.

Que el Señor le otorgue sabiduría para no dejarse engañar por estos enemigos de la Palabra de Dios, busque en ella la dirección del Señor y hallará no solamente la razón por qué la quemaron durante siglos, sino que más importante aún, encontrará el verdadero camino de la Salvación que Dios le ofrece gratuitamente. Amén.

Por Jack Fleming
http://www.estudiosmaranatha.com/


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.