1 Timoteo 4:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Continúa el apóstol con su exhortación a Timoteo, pero ahora va a introducir un nuevo elemento con el que espolearle a desempeñar su ministerio.

1. «No descuides, le dice (v. 1Ti 4:14), el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con imposición de las manos del presbiterio» (lit.) Analicemos este importante versículo, que ha dado ocasión a la Iglesia de Roma (lo mismo que 2Ti 1:6) para apoyar su concepto sacramental del ministerio específico.

(A) El apóstol expresa mediante una negación («no descuides») lo mismo que dirá mediante una afirmación («que reavives») en 2Ti 1:6, pues se refiere a lo mismo. No descuidar, pues, equivale aquí a usar.

(B) El don (kharísmatos) pertenece, como lo indica el vocablo griego, a los carismas que el Espíritu Santo imparte para el bien de la comunidad eclesial, como los vemos en 1 Corintios, capítulos 1Co 12:1-31 y 1Co 14:1-40. No se trata, pues, de la kháris o gracia salvífica que se otorga para provecho directo del individuo, sino del khárisma o don que el Espíritu otorga para beneficio directo de la comunidad, y que puede hallarse aun en individuos que ellos mismos no son salvos. El caso de ministros de Dios no salvos se ha dado, y se da, en todas las épocas de la Iglesia. al no tratarse de pecadores notorios (que habrían de ser puestos fuera de comunión), muchas veces predican y actúan correctamente, por lo que hay que obedecer y someterse, no a ellos, sino a la Palabra que predican (comp. con Mat 23:3).

(C) Pablo añade que este don, que le capacitaba para el ministerio, le fue dado mediante profecía (comp. con 1Ti 1:18), es decir, mediante testimonio de profetas, como en el caso de Hch 13:1-3, que, por inspiración del Espíritu Santo, declararon el llamamiento de Dios para que el joven Timoteo fuese promovido al ministerio específico.

(D) La inducción (mejor que «ordenación», que suena a sacramento) al ministerio le fue conferida acompañada de un rito simbólico: «con (gr. metá) imposición de las manos del presbiterio». Para el significado de la imposición de las manos, véase el comentario a Hch 6:6. El «presbiterio» significa el cuerpo de ancianos (gr. presbúteros) que intervinieron en la inducción de Timoteo. En 2Ti 1:6, Pablo menciona únicamente la imposición de sus propias manos. Ello no significa, como algunos opinan, que se trate de un acto distinto, sino simplemente que Pablo fue el principal oficiante, por lo que usa allí la preposición griega diá, mediante (con genitivo), mientras que aquí usa metá, con lo que insinúa que el cuerpo de ancianos había acompañado a Pablo en este rito simbólico.

2. Después de hacerle a la memoria aquel acto tan significativo, el apóstol continúa (vv. 1Ti 4:15 y 1Ti 4:16) con sus exhortaciones.

(A) Al «no descuides» (gr. me amélei, de donde viene «Amelia»), el apóstol contrapone ahora (v. 1Ti 4:15): «Ocúpate (gr. meléta) en estas cosas. permanece (lit. sé, en sentido de estar) en ellas». Traduce Collantes: «Aplícate en estas cosas; pon tus cinco sentidos en ellas». Algo libre, pero muy expresivo. ¿Qué cosas son esas? Sin duda, todas las que ha mencionado en los versículos anteriores, desde el versículo 1Ti 4:7, pero especialmente las del versículo 1Ti 4:13, que son las más próximas en el contexto.

(B) Continúa diciendo (v. 1Ti 4:15): «a fin de que tu progreso sea manifiesto a todos» (lit.). Cuando un creyente, y en especial un líder de iglesia, un predicador de la Palabra, progresa espiritualmente mediante el estudio cordial de las Escrituras y la práctica de las virtudes cristianas, ese progreso no puede quedar oculto, sino que se manifiesta a vista de todos. ¿Qué mejor modo de superar limpiamente el posible complejo inicial que un joven ministro de Dios pueda sentir al comienzo de su ministerio?

(C) Termina el capítulo con una nueva insistencia del apóstol sobre lo mismo (v. 1Ti 4:16): «Vigila de cerca tu conducta y tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque, si así lo haces, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (NVI). Dice Hendriksen: «Una vida santa y una enseñanza sana han de ir juntas, si Timoteo (o, en cualquier caso, un representante del apóstol, un ministro o un anciano, etc.) ha de servir de bendición». Ambas cosas han de ser constantemente objeto de su preocupación, pues el influjo que ejercen es de la máxima importancia para la vida espiritual del propio ministro de Dios, no menos que para los que han sido encomendados a su cargo: «te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen». La salvación inicial es por gracia mediante la fe (Efe 2:8); pero, como vimos no hace mucho (v. el comentario a 2:15), la salvación es un proceso que se prolonga durante toda la vida (comp. con Flp 2:12) hasta la consumación en la gloria. Comenta D. Guthrie: «El peligro de descuidar la propia salvación es mayor en el ministro cristiano que en otros, y aun el apóstol Pablo mismo podía temer el ser descalificado después de haber predicado a otros (1Co 9:27)». En efecto, todo lo que el predicador lee, oye o estudia, tiende instintivamente a orientarlo, no a su propio aprovechamiento espiritual, sino a lo que ha de predicar, y cómo lo ha de predicar, a los demás, con lo que corre el peligro de servir únicamente de canal, sin llegar a convertirse en depósito.

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