2 Pedro 1:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 2 Pedro 1:12 | Comentario Bíblico Online

Después de hablar del crecimiento de nuestra fe, el autor sagrado pasa a tratar del cimiento de dicha fe, el cual no es otro que la Palabra de Dios (v. 2Pe 1:19). Pero antes de exponer dicho cimiento, antepone una nota de afecto y diligencia, en la que dice a sus lectores lo mucho que desea el que no olviden ninguna de estas cosas (vv. 2Pe 1:12-15), ya que no son fábulas ingeniosas, sino lo que él mismo vio y oyó en el monte de la Transfiguración, lo que realmente constituye el cimiento de la fe (vv. 2Pe 1:16-18). De ahí pasa a la consoladora afirmación de que, tan segura como su testimonio de primera mano, es la Palabra de Dios como la tenemos en las Escrituras (vv. 2Pe 1:19-21).

1. Dicen los versículos 2Pe 1:12-15 en la NVI: «Por eso, yo siempre os traeré a la memoria estas cosas, aun cuando ya las sabéis y estáis firmemente consolidados en la verdad que ahora tenéis. Pues creo que es lo correcto por mi parte el refrescaros continuamente la memoria, mientras permanezca en esta tienda de campaña; porque ya sé que pronto va a ser desmantelada esta tienda de mi cuerpo, según me lo ha dado a conocer nuestro Señor Jesucristo. Y yo he de procurar con todo empeño el que, después de mi partida, podáis en todo momento renovar el recuerdo de estas cosas».

(A) Basta una somera lectura de estos versículos para percatarse del interés de Pedro en que los lectores no olviden jamás lo que acaba de decirles en los versículos anteriores. No menos de tres veces repite, con tres vocablos diferentes, la idea de refrescarles la memoria. La razón es doble: (a) La suma importancia de la materia que está tratando: No es cosa leve, fútil, periférica, sino que está hablando de lo más importante en el campo de la santificación cristiana. (b) La suma facilidad que los seres humanos tenemos para olvidar aun las cosas más importantes. Tras de unos meses (quizá, días) de gozo en la salvación adquirida y en la comunión con el Señor, la tensión se relaja la costumbre hace decaer el valor de las cosas y se pierde el primer amor (Apo 2:4). La pérdida de la memoria va de la mano con la pérdida de interés. Por eso, la táctica primordial que Pedro emplea aquí es recordar a sus lectores la enorme magnitud, en cantidad, calidad e importancia (v. 2Pe 1:4), de las cosas que está tratando. ¡Son cosas que no deben caer en el olvido!

(B) Por eso, a pesar de que no son cosas nuevas, sino sabidas (v. 2Pe 1:12), les dice que: «estoy dispuesto a refrescaros siempre la memoria acerca de estas cosas» (lit.). A pesar de que ya pisan terreno firme (gr. esterigménous, en participio de pretérito perfecto; el mismo verbo de Stg 5:8; 1Pe 5:10, entre otros lugares), es menester que no se fíen, pues los falsos maestros (2Pe 2:1-3, 2Pe 2:12-14; 2Pe 3:3-5, 2Pe 3:16-18) están siempre dispuestos a lo contrario que Pedro intenta: a hacerles olvidar la sana doctrina y a precipitarles en el error y en la disolución.

(C) Dos motivos especiales se añaden, los cuales explican el interés que Pedro pone aquí: (a) Su propio celo apostólico y pastoral (v. 2Pe 3:13): mientras viva en este mundo, considera que es justo (lit.), es decir, lo que debe hacerse (comp. con Mat 3:15 «… conviene que cumplamos toda justicia»), recordarles estas cosas. Pedro es consciente de su tremenda responsabilidad. Queridos colegas en el ministerio: ¿Tenemos nosotros el mismo interés en que las ovejas de Cristo encomendadas a nuestro cargo (v. 1Pe 5:2, 1Pe 5:3) sean enseñadas y amonestadas como Dios quiere? (b) Su inminente traslado (vv. 2Pe 3:13-15) a la casa celestial. Véase cómo habla de su partida en términos de éxodo (gr. éxodon, salida), en el versículo 2Pe 3:15; de peregrinación en tienda de campaña (gr. skenómati, como llama a su cuerpo comp. con 2Co 5:1 ) en el versículo 2Pe 1:13; y del desmantelamiento de dicha tienda de campaña (gr. he apóthesis tou skenómatos mou), en el versículo 2Pe 1:14. Tanto en Pedro como en Pablo, la metáfora no debe entenderse en sentido dualista, al estilo platónico, esto es, considerar el cuerpo y el alma como dos entidades opuestas, como si sólo el alma (más exactamente, el espíritu V. Gén 2:7; Ecl 12:7 ) fuese el único constitutivo de nuestro ser personal, al ser el cuerpo como la cárcel en la que ahora vive aprisionado. Dice R. Franco: «La imagen tiene su origen en la vida nómada (Isa 38:12) y pone el acento en lo efímero de la existencia humana (v. 2Pe 1:14)».

(D) El autor sagrado no se contenta con recordarles siempre estas cosas (vv. 2Pe 1:12, 2Pe 1:13) mientras está en este mundo, sino que desea dejarles (v. 2Pe 1:15) un recordatorio (gr. mnémen) para que lo conserven cuando él haya partido ya de esta vida. Esta es la causa por la que está poniendo por escrito todo esto, ya que, como dice el refrán latino, verba volant, scripta manent: las palabras vuelan, lo escrito permanece. Dice M. Henry: «La cercanía de la muerte presta al apóstol diligencia en los asuntos de la vida. Pronto será apartado de la presencia de aquellos a quienes está escribiendo, y es su ambición el que recuerden la doctrina que les ha encomendado». ¡De ahí la importancia de tomar notas en las clases!

(E) Finalmente, discuten los autores cuál es el significado de la frase (v. 2Pe 1:14): «como también nuestro Señor Jesucristo me manifestó» (lit.). La discusión es sobre si Pedro se refiere a lo que le dijo el Señor en Jua 21:18, Jua 21:19, o a una revelación especial que el Señor le hubiese otorgado posteriormente. Aunque sólo sabemos de cierto lo que consta en el citado lugar de Jua 21:18, Jua 21:19, y el verbo manifestó está en aoristo, es muy poco probable que Pedro aluda a eso; a mi juicio, por dos razones: (a) En Jua 21:18, Jua 21:19, Jesús le había mencionado vagamente la edad («cuando seas viejo», frase muy elástica) y el modo violento de la muerte («otro te ceñirá, etc.»), pero no el tiempo preciso que aquí se insinúa. (b) Pedro dice literalmente: «como también …», lo cual sugiere que esa revelación del Señor se añadía al presentimiento que él tenía de su inminente partida. Como observa R. Franco, «estas revelaciones no eran raras (de san Pablo, cf. Hch 20:23, Hch 20:25, Hch 20:28; Hch 21:11)».

2. De ahí pasa el autor sagrado a encarecer más aún la importancia de las cosas que les ha dicho, pues no son fábulas ingeniosas, historietas de ciencia-ficción, sino asunto de suma importancia (vv. 2Pe 1:16-18): «No hemos seguido novelas ingeniosamente inventadas (lit. mitos sofisticados), cuando os dimos a conocer el poderoso advenimiento (lit. el poder y la presencia gr. parousían ) de nuestro Señor Jesucristo, sino que fuimos testigos de vista de su majestad. Porque Él recibió de Dios el Padre honor y gloria, cuando vino sobre Él desde la Majestuosa Gloria (como en Heb 1:3, al final, una frase sustitutiva del Nombre de Dios) una voz que dijo: Este es mi Hijo, mi Predilecto; con Él estoy completamente satisfecho . Nosotros mismos escuchamos esta voz que vino del cielo, cuando estábamos con Él en la montaña sagrada» (NVI).

(A) No cabe duda de que, al decir «el poderoso advenimiento de nuestro Señor Jesucristo» (v. 2Pe 1:16), Pedro se refiere a la Segunda Venida del Señor. Basta el vocablo griego parousían que aquí usa, para estar seguros de ello. Y de esta Segunda Venida precisamente, nos dice que no se basa en mitos (lit.). R. Franco hace notar que el vocablo griego múthos, fábula, siempre tiene mal sentido en el Nuevo Testamento (1Ti 1:4; 2Ti 4:4; Tit 1:14). «Son, dice, la creación de la fantasía humana en oposición a la verdadera historia evangélica … No se trata de fantasías, sino de algo que los apóstoles han visto con sus propios ojos».

(B) Por supuesto, Pedro no quiere decir aquí que él y otros apóstoles hayan sido testigos de la Segunda Venida, ni siquiera «en espíritu» como Juan (v. Apo 1:10). Lo que quiere decir es que él, Juan y Santiago contemplaron en el monte de la Transfiguración la gloria majestuosa del Señor, adquiriendo así algo como un breve paladeo de lo que será la gloria de la Segunda Venida, de la cual fueron también asegurados por los ángeles en el monte de los Olivos, el día de la Ascensión del Señor (v. Hch 1:11). Lo mismo había atestiguado el propio Señor en presencia del sumo sacerdote (v. Mat 26:64). El honor y la gloria que Cristo recibió de Dios el Padre en el monte de la Transfiguración (v. 2Pe 1:17), llamado por eso (v. 2Pe 1:18) el monte santo (lit.), eran la garantía del poder y la gloria con que se había de llevar a cabo la Parusía, esto es, la Segunda Venida del Señor.

3. La afirmación y el testimonio de unos hombres que, como Pedro, fueron testigos de vista de lo que narran y, además, son dignos de crédito por cuanto dieron la vida por defender lo que proclamaban, nos habría de bastar para estar seguros de la firme cimentación de nuestra fe cristiana. Pero, además, continúa Pedro, tenemos la palabra de los profetas hecha más segura. Dicen así los versículos 2Pe 1:19-21 en la NVI: «Y tenemos la palabra de los profetas hecha más segura, y haréis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que amanezca el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. Ante todo, debéis percataros de que ninguna profecía surgió de la interpretación del propio profeta. Pues la profecía nunca tuvo su origen en la voluntad del hombre, sino que los hombres hablaron de parte de Dios conforme eran llevados por el Espíritu Santo». Volveremos sobre el versículo 2Pe 1:20, a fin de mejorar la traducción que nos da aquí la NVI.

(A) Lo primero que es de observar aquí es lo de «Y tenemos más firme (o consolidada. El vocablo es el mismo del versículo 2Pe 1:10, aunque ahora está en comparativo) la palabra profética» (lit.). La palabra profética se refiere, nadie lo discute, a las profecías acerca de Cristo, las cuales incluyen la Segunda Venida del Señor. El énfasis, pues, está en la «profecía», aunque el versículo 2Pe 1:21 extiende a toda la Escritura el concepto que aquí expone el autor sagrado. Lo que sí es discutible es el sentido que tiene dicha primera frase del versículo 2Pe 1:19, en la forma en que la hemos vertido literalmente del original. Para algunos, el sentido es que las profecías (y la Escritura en general) son un argumento más sólido que el testimonio de Pedro y los demás que contemplaron al Señor en el monte de la Transfiguración. Para otros, y éste es el sentido más probable, lo que Pedro da a entender aquí es que la experiencia de la Transfiguración del Señor confirma la verdad de las profecías. Dice R. Franco: «Las profecías siempre han sido sólidas, es decir, dignas de fe (Heb 2:2); pero su realización las hace aún más dignas de fe para nosotros». En efecto, la conexión del versículo 2Pe 1:18 con el versículo 2Pe 1:19 no se hace en el original por medio de una conjunción adversativa, ya sea fuerte (gr. allá) o suave (gr. de), sino por medio de la conjunción copulativa kai. Este segundo sentido es el que le dan a este versículo 2Pe 1:19 todas las versiones modernas que conozco.

(B) El autor sagrado continúa diciendo (v. 2Pe 1:19) que haremos bien (lit. Gr. kalós, excelentemente) en prestar continua atención (prosékhontes, en participio de presente) a dicha palabra profética, comparándola a una lámpara (gr. lúkhno). El sentido de este vocablo, como puede verse, en especial, por Luc 15:8 y Jua 5:35, no es aquí el de un foco luminoso, sino más bien el de un candil, suficiente para dar luz a nuestros pies y a la porción del camino (v. Sal 119:105) que vamos pisando de un momento para otro. Esto explica el que nos resulte difícil adivinar el sentido de muchas profecías que quedan por cumplir, así como el que haya interpretaciones tan diferentes sobre el sentido de dichas profecías. Como escribe el profesor E. Trenchard: «La profecía no es precisamente un foco eléctrico para poner en evidencia todo cuanto ha de suceder en el provenir (lo que haría más daño que bien), sino un candil que alumbra en lugar oscuro (2Pe 1:19, trad. lit.), de utilidad para que no tropecemos y para que pongamos la mira en la gran consumación que se espera».

(C) La última parte del versículo 2Pe 1:19 es de una belleza extraordinaria por las metáforas con que expresa el paso de la noche de esta vida al día esplendoroso de la Segunda Venida: Guiados por la pequeña luz de la palabra profética, que va alumbrando nuestros pasos en la noche (v. Rom 13:12), vamos acercándonos al amanecer escatológico o, como decía castizamente nuestra antigua Reina-Valera, «hasta que el día esclarezca» («el día», sin más como en 1Co 3:13 , o «el día del Señor Jesús» como en 1Co 5:5; 2Co 1:14 , «el día de Jesucristo» Flp 1:6 , «el día de Cristo» Flp 1:10; Flp 2:16 ) y surja en el Oriente (anateíle) el lucero» (gr. phosphóros, de donde viene «fósforo» que lleva luz , y cuya versión latina es lucifer, aplicado a Satanás con base en Isa 14:12). Tanto el verbo diaugáse («amanezca» o «esclarezca») como el nombre phosphóros salen únicamente aquí, mientras que el verbo anateíle, junto con el correspondiente sustantivo anatolé («oriente») ocurren numerosas veces en el Nuevo Testamento. El sentido, pues, de dicho verbo es el de levantarse el sol (comp. con Luc 1:78), por lo que el epíteto griego phosphóros, aplicado a Cristo, más bien que «lucero matutino», debería entenderse como «astro de la mañana» esto es, el sol , según se llama también a Jesucristo en Apo 2:28; Apo 22:16.

(D) El versículo 2Pe 1:20 ofrece una dificultad especial, no sólo por los matices de que es capaz el adjetivo idías (propia, privada, particular), sino, muy especialmente, por el sentido que se le de al sustantivo epilúseos. Este vocablo no sale en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Su sentido en el griego clásico es «solución» o «suelta» (el acto de soltar), pues el verbo correspondiente (epilúo) significa «soltar». Dicho verbo sale únicamente dos veces en todo el Nuevo Testamento: En Mar 4:34, donde significa «explicar», y en Hch 19:39, donde significa «resolver», «decidir». De aquí puede rastrearse mejor el sentido bíblico del vocablo epilúseos en el versículo 2Pe 1:20 de la presente porción. La idea de los versículos 2Pe 1:20 y 2Pe 1:21, tras de los conceptos expresados en los versículos 2Pe 1:18 y 2Pe 1:19, es sumamente clara: La palabra profética no es palabra de hombre, sino Palabra de Dios, porque los profetas no hablaban de su propia iniciativa, sino movidos por el Espíritu Santo. Ésta es, decididamente, la idea que el autor sagrado expone aquí, y de ella no ha de movernos cualquier explicación que a los versículos 2Pe 1:20 y 2Pe 1:21 pueda ofrecer ningún exegeta. Para no cansar a los lectores con las muchas y variadas interpretaciones que al versículo 2Pe 1:20 se han dado (las principales pueden verse en la Ryrie Study Bible), la mejor versión que conozco es la que hace el Dr. Lloyd-Jones: «Conociendo esto lo primero, que ninguna profecía de la Escritura surge o se origina en la forma personal como entiende las cosas el profeta, porque la profecia no vino antaño por la voluntad del hombre, sino que los santos hombres de Dios (los que redactaron la Biblia) hablaron según eran movidos (lit. llevados, como un barco por el viento) por el Espíritu Santo». Permítasenme tres aclaraciones:

(a) La expresión (v. 2Pe 1:21) «los santos hombres de Dios» no indica que pertenecieran a Dios (aunque esto sea verdad), sino que eran comisionados por Dios (gr. apó Theoú, como el alto lugar desde el que les llegaba el encargo).

(b) La expresión (en el mismo lugar) «según eran llevados (lit.) por (gr. hupó preposición que indica que estaban bajo la acción de Dios . Nótese su diferencia de apó) el Espíritu Santo», significa que la inspiración de Dios (comp. con 2Ti 3:16) cae directamente sobre la Escritura, no sobre los hombres que la escribieron; en otras palabras, la Biblia es la «soplada por Dios» (lit.), no los hagiógrafos; éstos eran llevados, movidos, por el Espíritu Santo, a fin de que, sin perder su estilo peculiar y la información que poseyesen, escribiesen todo, sólo y de la manera que mejor servía a los designios de Dios para declararnos, por medio de unos hombres, todo Su consejo. Así que esos hombres no eran propiamente «inspirados» («soplados»; pues habrían escrito al dictado), sino «llevados», como es conducida una persona a puerto seguro, sin perder nada de su espontaneidad personal.

(c) La falta de atención al verbo griego guínetai (v. 2Pe 1:20, al final) ha llevado a muchas versiones (especialmente, antiguas) a traducir «es de interpretación privada» (o particular, en la antigua Reina-Valera). El error se halla también en la Autorizada Versión (AV) inglesa. Ello ha dado lugar a los autores catolicorromanos para decir que este versículo 2Pe 1:20 va en contra de la doctrina protestante del libre examen de la Escritura. Dice Salguero: «Las palabras de la 2 Pedro van dirigidas contra los falsos doctores, que interpretaban la palabra profética a su modo. Al mismo tiempo condenan directamente las teorías del libre examen de los protestantes». En estas palabras se hallan, por lo menos, dos gruesos errores: Primero, no es cierto que dicho versículo diga que «ninguna profecía es de interpretación privada», sino, a lo más, que «ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación privada», aunque, como ya hemos visto, «interpretación» no es el vocablo exacto, ni apropiado, para verter el griego epilúseos («solución, suelta, decisión»). Segundo, y este error es todavía peor, Salguero confunde el libre examen con la interpretación personal. Ningún protestante bien informado ha dicho jamás que tengamos derecho a una interpretación privada, es decir, la que se nos ocurra, ya que es el Espíritu Santo el que nos guía por el camino de la verdad (v. Jua 16:13, comp. con 1Jn 2:20, 1Jn 2:27), sino que todo creyente tiene derecho al libre examen (que no es lo mismo) de las Escrituras, sin que en su acceso al Libro Sagrado ni en el estudio y análisis del mismo (siempre bajo la guía del Espíritu) tenga que someterse a las decisiones de ninguna «jerarquía» humana.

2 Pedro 1:12 explicación
2 Pedro 1:12 reflexión para meditar
2 Pedro 1:12 resumen corto para entender
2 Pedro 1:12 explicación teológica para estudiar
2 Pedro 1:12 resumen para niños
2 Pedro 1:12 interpretación bíblica del texto