Domingo, 24 de julio de 2005

EL LAICISMO NECESARIO EN LA ACTUACIÓN PÚBLICA

Luis Antonio González Pérez

Ya lo dicen muchos estudiosos de la sociología «Franco ha muerto pero
el franquismo sociológico sigue vivo». Ese Nacional Catolicismo que
tanto dañó a católicos y no católicos, pero que sobre todo supuso una
relación de apoyo moral y clientelismo ciudadano, no ha dejado de
existir, por desgracia, hasta el punto de ser noticia en nuestros
días.

La peligrosísima simbiosis en la que subsiste el poder político y la
jerarquía eclesiástica supone para unos el control de un gran grupo
de opinión dominada por los que suben al púlpito, o lo que es peor
aún, un púlpito donde en las festividades lanzar, entremezclados en
las felicitaciones, sus mítines sutilmente aderezados. El asiento
reservado en las celebraciones, los aplausos dirigidos a la primera
fila, las procesiones del poder seguidas de los tronos y sus
cofrades, son otras de las blasfemias manifiestas que acometen los
revestidos y aceptan los votados, incluso con comunión de por medio,
de algunos que por palabras o hechos reniegan de esta creencia.

Para la iglesia supone por otro lado la reversión de todas estas
acciones en dinero público dedicado al culto de una determinada
creencia moral que ya recibe del Estado una asignación y de los
contribuyentes que lo deseen en la casilla de su Declaración de la
Renta. Este dinero, aunque explicado como mantenimiento del
patrimonio histórico, bien se sabe por la reciente publicación de una
noticia en un rotativo, que se ha destinado, pues así alardeaba un
cargo municipal y el representante correspondiente de la Iglesia,
hasta para realizar confesionarios.

No hay en mis palabras ningún tipo de anticlericalismo, pues mi
condición de católico practicante no lo justificaría, pero sí de
actitud crítica y necesaria independencia. Si el Concilio Vaticano II
elevó como norma y la Constitución Española tomó como principio la
misma necesidad de independencia entre la Iglesia y el Estado, me
cuesta entender por qué algunos retrógrados intentan lo contrario.

Este tipo de incongruencias supusieron históricamente manifestaciones
y pensamientos anticlericales por defensores a ultranza del
cristianismo como el propio escritor canario Benito Pérez Galdós.

No me parece por otro lado ningún error por parte de los gestores
públicos el dar dinero para el mantenimiento del culto, si así lo
hicieran con los de otras creencias y opciones morales protestantes,
judaicas o musulmanas, que tienen presencia importante en nuestra
ciudadanía desde hace treinta años.

De igual manera me parece injustificado por los que gobiernan mi
Iglesia, pretender opinar sobre todo aquello que acomete el poder
público contrario a su moral y a su ética pero estar supeditado luego
al dinero que les sustentan. Que cada uno se haga cargo de su
conciencia y su culto dependa de ésta y su bolsillo. El político al
despacho, el cura al púlpito. A Dios lo que es de Dios y al César lo
que es del César.

(*) Luis Antonio González Pérez es estudiante de Administración y
Dirección de Empresas en la Universidad San Pablo?CEU, poeta socio-
presidente de la Asociación Juvenil de Escritores Aenigma, miembro de
la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria y socio
de la Casa de Canarias en Madrid. Es Premio Gran Canaria de Poesía de
2001 y Premio de Creatividad Personal en la Modalidad de Poesía de la
Fundación CEU.

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