La larga historia de la humanidad a menudo se ha visto marcada por la perturbación de sus fundamentos morales. Pero nuestra generación está particularmente caracterizada por el abandono de todos los preceptos divinos. Los principios fundamentales que hasta ahora constituían al sostén de nuestro orden social y de nuestra vida personal están desapareciendo o son intencionalmente modificados. La honestidad, la verdad, el pudor, el respeto por la autoridad y al mismo tiempo la divina orden acerca del matrimonio y la familia eran principios que constituían las bases morales de nuestra civilización cristiana. Hoy esas nociones se cuestionan, y la mayor parte de la gente las rechaza. Se quiere una sociedad fundada en otros principios.

       La legislación tiende a seguir esa corriente y año tras año se hace más permisiva: facilita el divorcio, el concubinato, el aborto, uniones entre homosexuales…

       ¿Qué debe hacer el creyente testigo de tal evolución? Trabajar, educar una familia en este ambiente es cada vez más difícil. El creyente, ¿tiene derecho a hacer concesionesí No; él halla un inquebrantable fundamento para su fe en la Palabra de Dios, la verdad que no cambia. Si bien se encuentra aislado frente a la opinión general y a veces pasa por ingenuo o atrasado, puede firmemente contar con esa infalible Palabra, tan actual e instructiva como en la época en que fue escrita.

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