–Mi hijo tuvo un grave accidente. Por favor, ore para que no muera, dijo una joven madre a su vecino, sabiendo que él era creyente y oraba regularmente a Dios. El vecino lo hizo inmediatamente; en presencia de la mujer oró con voz emocionada, pidiendo a Dios que tuviese compasión del niño y de sus padres. Esto conmovió mucho a la mujer y, en efecto, Dios en su gracia escuchó la oración. El niño se recuperó rápidamente, y no sufrió consecuencias posteriores. En conclusión, la madre fue convencida de la existencia de Dios. –Si Dios está tan cerca que uno puede hablarle directamente y él contesta la oración, entonces quiero aprender a conocer más al Todopoderoso, dijo ella. Pero, a medida que la curación del niño progresaba, palidecían sus impresiones iniciales. Después de algún tiempo se realizaron algunas predicaciones del Evangelio en la vecindad, y ella recibió una invitación de su vecino. Aunque no la rehusó, siempre halló una excusa para no asistir.¿No son muchos los que obran así? Cuando hay dificultades, Dios es bastante bueno para ayudar, mas cuando todo va bien, ya no se le necesita. Sin embargo, accidentes y enfermedades no son casualidades; éstos vienen de parte de Dios, quien quiere hablar a los seres humanos para que descubran lo malo en sus vidas y se lo confiesen. Muchos hacen como los habitantes de las ciudades de Israel que vieron los milagros de Jesucristo, mas en su obstinación “no se habían arrepentido”.