Un periodista interrogó a una conocida benefactora de pobres y humildes, diciendo: – ¿No piensa usted que lo que hace es como una gota de agua en medio de la inmensidad del océano? A lo cual obtuvo como respuesta: –Lo único importante es la fidelidad personal. ¡Qué hermosa lección! Es muy cierto que no podemos cargar con todas las miserias del mundo. Pero lo que Dios exige de cada uno de nosotros es la fidelidad, el andar coherente con nuestra fe y la respuesta a la necesidad colocada ante nosotros. ¿No debemos reconocer que a menudo hallamos pretextos para no hacer lo que Dios coloca ante nosotrosí Creemos estar sobrecargados con muchos deberes que estimamos imperativos, acosados por tantas urgencias que podrían esperar, preocupados por afanes a veces injustificados.

Muchas veces, semejantes al sacerdote o al levita de la parábola del “buen samaritano” (Lucas 10:25-37), vemos a nuestro prójimo en la aflicción y pasamos “de largo”, porque es la solución más fácil.

Recordemos que el “buen samaritano” –esta bella imagen de nuestro Señor Jesucristo– vio al herido, se detuvo, se acercó, se inclinó hacia él, lo atendió y lo llevó a un lugar seguro.
En nuestro vecindario, quizás entre nuestros conocidos, ciertamente existen almas heridas por la vida moderna, yaciendo en el borde del camino, incapaces de levantarse. ¿Qué hacemos por ellasí