1. Se acercaba a Betania donde Lázaro, su amigo, había muerto hacía unos días. Sabía que según la voluntad de su Padre lo resucitaría y lo devolvería a sus hermanas. Sin embargo, su espíritu se estremeció y se conmovió al ver el llanto y el dolor de las hermanas; también constató, a través de la actitud de los presentes, hasta qué punto la muerte turba el espíritu de los hombres. Vio a esos seres humanos, creados a semejanza de Dios para ser felices, subyugados por la presencia de la muerte, la cual les recordaba lo que inevitablemente les esperaba.

       2. ?Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora? (Juan 12:27). ¿Cuál era esta hora? De hecho fueron tres horas, largas como una eternidad, que sucedieron en la cruz, de la sexta a la novena, durante las cuales Jesús, el hombre perfecto, cargó con la ira de Dios a causa de nuestros innumerables pecados.

       3. ?Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar? (Juan 13:21). La evocación de la inminente traición de Judas turbó a Jesús.

       Cuando el Señor fue conmovido por lo que aguardaba, declaró a sus discípulos: ?No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí? (Juan 14:1)