Somos Hijos de Dios

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios . Juan 1:12

Horas de espera en una parada de ómnibus totalmente llena, rendían de cansancio a José. Era su fe en Dios lo que sostenía su calma, así que, decidió orar por su salida de allí. De pronto un rostro conocido en un carro muy deseado apareció para llevarle. Contento ya en su hogar, José cuenta a su hermano incrédulo lo acontecido. Este, buscando la censura le replica: ¿Cómo es que Dios te ha ayudado olvidándose de los demásí A lo que José sabiamente contestó: si pasaras en un carro por una parada llena de personas y vieras entre la multitud a tu hijo ¿no lo recogerías a él? Por supuesto: afirmó el hermano – pues yo soy ese hijo al que Dios recogió en la parada.

Uno de los aspectos más maravillosos de la salvación del hombre es que Dios nos adopta como hijos suyos. Esta verdad repetidas muchas veces en el Nuevo Testamento revela lo profundo del amor de Dios para con nosotros. No solo hemos sido perdonados sino también se nos ha otorgado un título nuevo por el cual heredamos los tesoros de nuestro Padre celestial. El nuevo estado nos coloca en una relación cercana e íntima con Dios, la relación Padre-hijo, por esta razón el creyente debe sentir confianza plena en que Dios vela por él como un padre vela por su hijo, lo cual no significa que recibamos todo lo que queremos, más bien recibimos lo que Dios ve que necesitamos. Nuestra fe se muestra cuando pedimos, pero Dios muestra su gracia y bondad cuando nos ofrece más allá de lo que hemos pedido.

A José le vencía el cansancio de esperar el ómnibus y Dios le dio una salida rápida y cómoda de aquel lugar. A veces ocurre que algún problema nos oprime a tal punto que comenzamos a desfallecer y es entonces, cuando la mano de Dios se alarga para darnos reposo. Esta es la experiencia y el privilegio de los hijos de Dios.

Pensamiento: «Un hijo es para Dios el tesoro más preciado de su creación»

Roberto Soler García