Hay que desconfiar de ciertas afirmaciones basadas en teorías e hipótesis más que en hechos probados. Todo lo que contradice las enseñanzas de la Palabra de Dios debe rechazarse categóricamente.

       Por ejemplo, se afirma que la personalidad del ser humano, sus actos, palabras y pensamientos son determindos por los genes y la educación, es decir, por la herencia y el entorno. 

       En este caso, ¿no sería el hombre un impotente juguete de ciegas circunstanciasí ¿No sería movido de un lado a otro a merced de acontecimientos sobre los cuales no ejerce ningún control? Estos razonamientos pintan a los individuos como víctimas de su patrimonio genético y de un inevitable destino que haría de ellos unos robots. En presencia del mal -lo que la Escritura llama pecado- se dice: «¡Es un hecho y no podemos remediarlo!» ¿Se quiere afirmar que cierta disposición en la célula humana es responsable de las peores desviacionesí Lo que Satanás busca es hacer creer al hombre que no tiene responsabilidad y que, por ende, está lejos de toda sanción moral.

       Si el hombre no reconoce su culpabilidad ante Dios y no acude a él para ser liberado de ella es simplemente porque no quiere. "No queréis venir a mí para que tengáis vida«, dijo Jesús.

       "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).

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