LA IMAGEN QUE DIOS QUIERE QUE TENGAMOS DE NOSOTROS MISMOS.
Por: Joaquín Yebra.
Se trata solamente de una historia mitológica, pero nos ayuda a considerar si es lícito que nos amemos a nosotros mismos. Dondequiera que vayamos comprobaremos que el hombre se esfuerza desmesuradamente por alcanzar una estatura por encima de los demás. Y de ese modo el orgullo y la soberbia hacen estragos indescriptibles en las vidas y en las relaciones de los humanos. De ahí que en el libro de Proverbios se nos haga un pregunta al respecto seguida de una respuesta no carente de humor:
«¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él.» (Proverbios 26:12).
«Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1ª Corintios 4:7).
Si perdiéramos los dones, talentos y habilidades con que Dios adorna a todos y cada uno de sus hijos e hijas, ¿qué quedaría de nosotrosí ¿Cómo nos veríamos a nosotros mismosí ¿Con qué norma o nivel nos mediríamosí Pero si nos contemplásemos como el Señor nos ve, dejaríamos de considerarnos superiores a los demás:
«Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno… Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.» (Romanos 12:3, 16).
«Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.» (Marcos 12: 30-31).
Ahora bien, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no significa que tenemos que parecernos a Narciso. El Señor no espera de nosotros un amor egocéntrico, atrapados en un auto- enamoramiento enfermizo. Pero, al mismo tiempo, nos resultará imposible amar a los demás, a menos que comencemos por amarnos nosotros. Será imposible que respetemos a nuestro vecino si no nos respetamos primeramente a nosotros mismos. No obstante, siempre habrá cosas en nuestra vida de las que no nos sintamos particularmente dichosos. Pero eso no significa que tengamos que caer en el pozo de un complejo de inferioridad. Si hemos entregado nuestro corazón a Jesucristo, recibiéndole como nuestro único Señor y Salvador personal, entonces no tenemos nada por lo que avergonzarnos. Somos nuevas criaturas, hijos de Dios por la fe. El Señor nos ha tomado a su cargo y custodia, y nos conducirá por las sendas de su justicia, conforme a sus propósitos y promesas. Las quejas, las reclamaciones, los celos y las contiendas jamás aportarán ni una sola solución, sino, antes bien, toda clase de problemas añadidos. El apóstol Pablo manifiesta de manera corta, clara y concisa que la victoria según Dios está sólo en Jesucristo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» (Filipenses 4:13).
«Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.» (2ª Corintios 3:4-6).
Cuando el Señor nos llama a hacer algo en su nombre y acorde con su Palabra, no permitamos que una mala imagen de nosotros mismos interfiera en la obediencia al Amado. Sirviéndole en santidad comprobaremos cómo gradualmente somos fortalecidos en competencia y confianza para dar pasos de fe. No tenemos que mirarnos al espejo constantemente para ver si nos gustamos a nosotros mismos, ni atarnos a las opiniones de todos los demás en un necio esfuerzo por complacer a todos, convirtiéndonos en marionetas atadas a muchas cuerdas. Es al Señor a quien hemos de mirar.
No olvidemos que no hay nada que nosotros podamos hacer para que el Señor nos ame más de lo que nos ha amado y amará por toda la eternidad. Nunca perdamos de vista que si pertenecemos al Señor es porque en Él hemos sido aceptados. Ahora nos toca a nosotros aceptarnos a nosotros mismos. Si nos miramos en el rostro de Dios, que es Cristo Jesús, podremos amarnos adecuadamente. Sólo en Él podremos tener la imagen de nosotros mismos que Dios quiere que tengamos.
J.Y.>
Recuerda que desde el momento que aceptamos a Jesucristo, nuestra nueva naturaleza es: Creados en Cristo Jesús para hacer las obras que Dios predestinó para nosotros.
Que nuestra forma de vernos sea como aquella con la cual Dios nos ve: Hechura de Cristo Jesus, santos y amados.
Dios los bendiga abundantemente y siga extendiendo la obra de vuestras manos, porque fiel es el que lo prometió y nos ayudará hasta el final.
Correo Yahoo!
Comprueba qué es nuevo, aquí
http://correo.yahoo.es
Enlaces de Devocionales Grupos
- Para visitar tu grupo en la web, accede a :
https://www.devocionalescristianos.org/foro-cristiano/
- ¿Eres pastor, líder en la Iglesia? Contenido Exclusivo
https://www.devocionalescristianos.org/que-es-dc-miembros
- El uso que hagas en Devocionales Grupos está sujeto a las Condiciones del servicio de Devocionales!.
¿Te gustó este artículo?
Suscríbete a nuestro canal de YouTube para ver videos sobre temas bíblicos.
Visita nuestros cursos bíblicos.
Se miembro de nuestro ministerio y obten todos los recursos.