¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede permanecer en su santo templo? El que tiene las manos y la mente limpias de todo pecado; el que no adora ídolos ni hace juramentos falsos. El Señor, su Dios y Salvador le bendecirá y le hará justicia. Así deben ser los que buscan al Señor, los que buscan la presencia del Dios de Jacob (Salmo 24,3 – 6).

Dios quiere que todos seamos santos y conozcamos su vida y su amor. Él es la fuente de toda santidad y sólo por la obra de Cristo en la cruz podemos participar en la santidad de Dios. Cualesquiera que hayan sido las circunstancias pasadas o presentes, Dios quiere que respondamos a su amor y que le permitamos transformarnos. Cuando le pedimos a Jesús que nos purifique con su sangre preciosa, somos santificados y unidos a todos los que han pasado por la gran tribulación, los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7,14).

Por la fe Jesús quiere enseñarnos a reflejar la obra de Dios, como los santos. En el Sermón de la Montaña (Mateo 5,1-12) Jesús dice que nuestras vidas deben ser diferentes de las demás. Si realmente queremos vivir las enseñanzas de Jesús, no debemos desanimarnos porque nuestras vidas no se conformen aún al modelo de las bienaventuranzas, pero hemos de recordar que Jesús sabe que no podemos hacerlo con nuestras propias fuerzas. Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. Por eso los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios (1 Juan 3,1)

Dios nos enseñará a ser santos; Él nos ha dado su Espíritu para vivir en el amor y el perdón, según el ejemplo de Jesús crucificado. Debemos saber que entregándonos a Cristo gozaremos de paz, amor y alegría, porque es cierto que podemos crecer en la santidad que Dios quiso para todo su pueblo, como lo demostraron los santos. Sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. Y todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro (1 Juan 3,2 – 3).

¡¡¡Dios, Padre nuestro, fuente de toda santidad, la obra de tus manos se manifiesta en tus santos; la belleza de tu verdad se refleja en la fe de ellos. Haz que nosotros también seamos llenos del Espíritu Santo que los santificó, para que habiendo compartido su fe en la tierra, también podamos conocer su paz en tu reino!!!

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