Sin embargo, absolutamente todo lo que pasa dentro de nosotros, todo lo que expresamos y hacemos, es conocido por Aquel cuya apreciación debería importarnos más que la de nuestros allegados. Además, un día tendremos que dar cuenta detalladamente de todo lo ocurrido en la vida que nos ha sido prestada.

       El conocimiento perfecto que Dios posee de nuestros actos llenaba de perplejidad al autor del Salmo 139; ?¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?? (v.7).

       Sin embargo, esa inquietud puede transformarse en un gozo sin igual. Así ocurre cuando, consiente de su estado pecaminoso, el ser humano se reconoce un pecador perdido y lo confiesa ante Dios. Entonces, estando de acuerdo con Él, toma el lugar que le corresponde y Dios se le revela como el Dios de gracia y de perdón. ?¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!? ?Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos… Y guíame en el camino eterno? (Salmo 139:17, 23-24)