La hija de un hombre enfermo pidió a un creyente que fuera a su casa a orar por su padre. Cuando el visitante llegó a la habitación, encontró al enfermo acostado en la cama con la cabeza alzada por unas almohadas.

       ?¡Ah, sí!, la silla? ¿Le importa cerrar la puerta?, dijo el enfermo al visitante, quien sorprendido la cerró. Luego prosiguió: ?Nunca he dicho esto a nadie, pero pasé toda mi vida sin saber cómo orar. Cuando oía exhortaciones respecto a la oración y a los beneficios que trae, siempre me entraban por un oído y me salían por el otro. De todos modos, no tenía idea de cómo hacerlo. Entonces abandoné por completo la oración. Esto quedó así hasta hace unos cuatro años, cuando al hablar de este tema con mi mejor amigo, él me dijo: ?José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús, nuestro Salvador, y te sugiero cómo hacerlo: Te sientas en una silla, colocas otra al frente y te imaginas a Jesús sentado delante de ti. Esto no es algo alocado, pues él nos dijo: ?He aquí yo estoy con vosotros todos los díasí. Por lo tanto, si tú le hablas, él te escucha.

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