El Señor envía su palabra a la tierra, y su palabra corre a toda prisa. Él dio a conocer a Jacob, a Israel, su palabra, sus leyes y decretos (Salmo 147,15.19).
  
  Dios se reveló a su pueblo en el Antiguo Testamento y le dio instrucciones por medio de la ley y los profetas. La ley presentaba toda la forma de vida que Dios quería para su pueblo. Los profetas eran hombres y mujeres que Dios llamaba a su servicio para proclamar su palabra a la nación. En las escrituras hebreas, los textos conocidos como los profetas son los libros de Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores. Moisés habla a la comunidad indicando que si quieren entrar a la tierra prometida cumplan los mandatos y preceptos que el Señor les ha enseñado para que los pongan en práctica (Deuteronomio 4,1 - 9). Ningún otro pueblo tiene dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios. Pero ¿de qué sirve todo esto si al final no se le obedece? No hay que apartar el corazón de toda la experiencia de amor que Dios ha manifestado hacia su pueblo. Más que olvidarlos hay que hacer de ellos un memorial y transmitirlos a los hijos y a los hijos de los
hijos.
  
  Jesús, la palabra de Dios que llegó al mundo, es el cumplimiento de todo lo que Dios habló por la ley y los profetas. La palabra cumplir significa hacer completo, aportar lo que falta. En este texto, el significado de cumplir incluye también la idea de perfeccionar lo imperfecto. Jesús reconoció que la ley de Moisés y los profetas eran buenos, pero imperfectos. Por eso no había venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero significado y dijo que cualquiera que quebrantara uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño será considerado el más pequeño en el reino de Dios (Mateo 5,17.19).
  
  El Evangelio de Mateo (5,21 - 48) menciona a continuación seis aspectos (homicidio, adulterio, divorcio, juramentos, venganzas, amor a los enemigos) en los cuales había que perfeccionar y cumplir la ley. Por su muerte y su resurrección, Jesús nos dio la capacidad para vivir como se nos dijo al principio en la ley y los profetas. Dijo además que no desaparecería ni un solo punto ni letra de la ley (Mateo 5,18). Lo que Jesús quería explicar era que el modo de vida señalado con gran detalle en la ley y los profetas era bueno y que en Él nosotros somos capaces de hacerlo realidad.
  
  ¿Cómo puede nuestra justicia superar la de los fariseos y la de los escribasí Lo puede porque tenemos a alguien que ellos no tuvieron, Jesús, que vive en nuestro corazón y que nos da su fuerza y entendimiento para obedecer. Nosotros, creyendo en Cristo Jesús, no podemos conformarnos con escuchar su Palabra y llamarlo Señor, Señor, mientras nuestro corazón permanece lejos de Él. La fe en Cristo nos ha de llevar a rectificar nuestros caminos y a amoldar nuestras obras con su estilo de vida. Sólo entonces seremos dignos de hacer nuestra la Pascua de Cristo: Su muerte, su Resurrección y su Glorificación a la diestra del Padre.
  
  ¡¡¡Jesús, Señor mío, Tú que obedeciste perfectamente la ley y cumpliste la voluntad de Dios, concédeme por tu amor y tu gracia el poder necesario para vivir de un modo totalmente nuevo y obedecer al Padre!!!
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  Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

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