Para la lógica humana estas reflexiones parecen correctas, pero no coinciden con los pensamientos de Dios revelados en la Escritura. Los sufrimientos humanos nunca tendrán valor para la salvación del alma. Ninguna aflicción ?tampoco la que haya sido soportada sin quejasí puede expiar el pecado más pequeño.

       Asimismo todo lo que Jesucristo padeció en la tierra durante su vida no podía quitar ni uno de nuestros pecados. Su vida manifestó la perfección de su humanidad; por lo tanto, sólo él podía ser el perfecto sacrificio que cumpliese todas las exigencias de Dios.

       Por eso estuvo dispuesto a ir a la cruz. Durante las tres horas de oscuridad que soportó colgado en el madero maldito, no sólo sufrió a causa de los terribles dolores físicos, sino mucho más debido a la interrupción de su comunión con Dios, al ser desamparado por él. Esto fue lo que expió nuestros pecados. ?Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos? (1 Pedro 3:18). No hay nada que agregar a este sacrificio. Dios demostró que lo había aceptado al resucitar a Cristo y exaltarlo hasta lo sumo.