Todo combatiente debe conocer a su adversario y estar informado acerca de su poder militar, su armamento y su estrategia, a fin de poder resistirlo y desbaratar sus ardides.

       Evidentemente, nuestro gran enemigo es el diablo, Satanás, quien nos asecha permanentemente; pero la victoria que Jesús logró sobre él nos permite resistirlo en los combates que nos libra. Nos ataca en nuestros pensamientos, sugiriéndonos razonamientos que nos alejan de las enseñanzas bíblicas. Nos ofrece todo lo que podría tentarnos, excitando así nuestro egoísmo y orgullo. En todos estos combates diarios podemos conseguir la victoria si permanecemos cerca de Dios y utilizamos como arma su Palabra, como el Señor Jesús lo hizo.

       Nuestro adversario también nos ataca mediante la violencia: en ciertos países se sirve de la persecución de las autoridades o del pueblo contra los cristianos, la que puede llegar a la tortura y a la muerte. Para vencer se necesita una fe verdadera, es decir, saber por qué luchamos, y estar seguros de que recibiremos todo el apoyo necesario de nuestro Jefe Jesucristo, quien nos precedió en esos combates.