Ascendiendo y Descendiendo

"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que  permanece  en
mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados  de
mí nada podéis hacer" (Juan 15:5).

Un pequeño niño, brincando en los fondos de su casa,  jugaba
su bola para el alto y a agarraba nuevamente. Un  señor  que
pasaba por el local, ya de edad y hay muy apartado de bromas
infantiles, preguntó al niño qué él  estaba  haciendo.  Éste
contestó: "Estoy brincando de lanzar la bola con Dios. Lanzo
la bola para el alto y él lanza de vuelta para mí."

No estamos en condiciones de juzgar la habilidad de Dios  de
bolear, pero sabemos que todo cuanto asciende debe bajar. El
proceso es tan previsible que podríamos  nos  referir  a  él
como una ley científica. El mismo  proceso  aplicase  a  las
nuestras vidas religiosas. Es muy bueno "ascender" para  una
grande experiencia con Dios, pero podremos nos desengañar si
no recordemos que debemos "bajar" nuevamente.

Muchas veces nos aplicamos  exclusivamente  a  la  tarea  de
prosperar, tanto  con  relación  a  la  vida  material  como
espiritual.  Queremos  tener  el  mejor  y  ser  el   mejor.
Conseguimos  un  poco  y  queremos  más.    Nunca    estamos
satisfechos y la ansia de llegar más alto nos transforma  en
personas de difícil trato y hasta infelices.

Nuestra vida es constituida de altos y bajos  y  necesitamos
estar listos para ambas las situaciones. Y  cuando  nuestros
"altos" suplantan los "bajos" y  nos  tornamos  personas  de
grande éxito, es indispensable que entendamos qué  el  mismo
no acontece con todos los demás y que  debemos  mantener  la
humildad característica de los vencedores y, principalmente,
de los hijos de Dios.

Mucho más prazeroso para nosotros es cumplir la  ley  de  lo
bajar despues estar en el alto  a  través  de  actitudes  de
simpatía, generosidad y humildad de lo que ver caer nuestros
sueños  despues  una  caída  por  actos  de  arrogancia    y
prepotencia.

Sepa ascender y bajar, y sus bendiciones jamás tendrán fin.