En 1997, amenazada por la guerra civil, esa población halló refugio en Etiopía, donde muchos tuvieron la ocasión de oír el Evangelio y convertirse a la fe cristiana. Cuando volvieron al Sudán, su fe se fortaleció y un miembro de la tribu sintió el deseo de construir allí un local para anunciar el Evangelio. En el momento en que pudimos visitarlos, en enero de 1999, 500 anuaks habían sido bautizados la semana precedente; me invitaron a explicarles la Palabra. El lugar estaba atestado de personas sentadas en troncos de árboles que servían de bancos. Todos estaban atentos y fervientes; sólo teníamos la luz de una pequeña vela que alumbraba la Biblia del predicador. Después, con mi esposa, les enseñamos un cántico cuyo coro memorizaron rápidamente: «Jesús me ama, él es amor».
¡Qué contraste con muchas congregaciones de Europa que a menudo tienen sus sillas vacías! Quisiéramos provocar su celo al mostrarles esos troncos de árboles donde se apiñan nuestros hermanos y hermanas anuaks con el fervor de su primer amor.»
Dios les Bendiga..
Santos Discípulos..
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