Desde que soy pastor he tenido la oportunidad de ministrar las necesidades de incontables personas en mi congregación. Generalmente, me siento bastante capaz de ministrarles pero de vez en cuando me encuentro en una situación en la cual, a decir verdad, realmente no sé qué hacer. Recuerdo especialmente una ocasión, cuando el hijo de uno de mis miembros murió y tuve que visitarlo justo después de lo sucedido. Ahora, si usted alguna vez ha estado en esta situación sabe de lo que estoy hablando. Dentro de usted se genera un conflicto. Usted quiere pronunciar palabras mágicas, que ayuden a que desaparezca la situación angustiante, y que todos se sientan mejor; pero en realidad no tiene palabras. Déjeme ayudarle un poquito para la próxima vez que esté en una situación similar.

    * No existen palabras mágicas para hacer que la situación desaparezca o mejore. En un funeral, existe todo un arsenal de mala teología, porque hay personas que tratan de dar respuestas a la pregunta "¿por qué?". Aún si hubiera una respuesta a esa pregunta, no creo que ayude a que el proceso de sanidad sea más llevadero. Casi nada de lo que pueda decir hará que la situación sea menos dolorosa, de manera que ni lo intente.

    * Está bien no tener la respuesta. La tendencia en nuestra sociedad dominada por las soluciones es tratar de buscar respuestas para cada cosa. El único problema es que no existen respuestas para cada cosa. Algunas veces hay cosas que no comprendemos y nunca vamos a comprender sino hasta que lleguemos al cielo. Así que no trate de ser el hombre o la mujer que tiene las respuestas bíblicas, cuando no es así. Tal vez lo mejor es ser humano y simplemente ser el hombro en el cual llorar, en vez de tener que dar respuestas al por qué. Generalmente, eso ministra más.

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