El fruto del Espíritu Santo es la calidad del carácter del cristiano y no algo funcional como es un don. Cada cristiano tiene que exhibir este fruto (Gálatas 5.22-23). Obviamente no nos sorprendería si alguien que muestra mucha humildad tiene el don de servicio. Por otro lado, ¡qué hermoso ver a los que tienen el don de presidir también exhibiendo la humildad!

El amor es la naturaleza misma de Dios (1 Juan 4.8, 16), el primer fruto (Gálatas 5.22) y la más importante de todas las características de los hijos de Dios (1′ Corintios 13.13). De hecho, no tenemos vida si no lo poseemos (1 Juan 3.14). El amor es dado al creyente por el Espíritu Santo (Romanos 5.5) y lo mueve a amar tanto a Dios como al prójimo (2 Corintios 5.14-15; 1 Juan 4.20­21). El amor es ‘el perfecto lazo de unión’ entre los cristianos llamados por Dios’ a formar un solo cuerpo’ (Colosenses 3.14-15). Cuando Pablo habla de los dones termina así: ‘Ustedes deben ambicionar los mejores dones.’ Directamente sigue: ‘Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor… si no tengo amor no soy nada’ (1 C orintios 12.31; 13.2).

Después de desarrollar ese gran capitulo sobre el amor empieza 1 Corintios 14 con esas palabras: ‘Procuren, pues, tener amor, y al mismo tiempo ambicionen que Dios les dé dones espirituales.’ Es decir que el amor se diferencia de un don, pero todos los dones deben estar respaldados por el fruto del Espíritu Santo.

No debemos confundir los dones del Espíritu Santo con capacidades naturales. Cada ser humano tiene alguna capacidad natural pero únicamente los cristianos tienen dones dados por el Espíritu Santo. Cuando una persona recibe un don del Espíritu puede ser que eso sea la transformación y profundización de una capacidad natural o bien puede ser algo muy distinto a sus capacidades naturales.

No debemos confundir los dones del Espíritu Santo con las responsabilidades de cada cristiano. Cada creyente tiene que evangelizar, orar, ofrendar, servir, pedirle a Dios milagros, ofrecer hospitalidad, etc. Pero además, Dios da a la iglesia personas con dones específicos para ministrar con abundancia en estas áreas. Aunque cada creyente debe ofrendar, hay creyentes con el don de repartir bienes, que ofrendan mucho más que el diezmo con gran libertad y gozo. Todos sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios, pero además algunos tienen el don de una fe muy abundante.

Dios quiere que todos desarrollemos todas las áreas del discipulado cristiano. Por recibir un don en algún área no debemos ignorar la importancia y la responsabilidad propia de cada cristiano de participar en otras áreas de la vida de la iglesia.