«¡Cómo, a veces, el día parece largo! ¡Y las semanas, cómo duran! Los meses se mueven cual si los años Nunca irán a partir. Pero los días y las semanas están pasando, Y luego se marcharan, Día después día los momentos vuelan, La eternidad avanza. Días, meses, años deben tener un fin; La eternidad no tiene ninguno. Siempre será un tiempo extremadamente largo para gastar; De la misma forma que cuando comenzó.» (J. Wilbur Chapman)

Muchas veces nuestra única preocupación es: «Los días están pasando y yo necesito aprovecharlos al máximo». No medimos consecuencias, no planteamos planes, nada nos interesa sino disfrutar esos días, cual si estuviésemos ascendiendo en un autobús lleno, sin al menos saber para donde estamos yendo.

Tocamos el botón de parada en el autobús en el momento cierto, pero luego tendremos que tomar la conducción que nos llevará a la eternidad.

Algunos jóvenes se rebelan contra reglas y proclaman su derecho de gozar los años de su juventud. Creen que tienen derecho a todo sin la contrapartida de los deberes. Al final, eses años pasan deprisa y si no los aprovechamos, tendrán que convivir con la frustración de un tiempo perdido.

Realmente el tiempo de juventud pasa rápido, pero la eternidad de este joven durará para siempre y eso necesita ser tomado en cuenta.

Son exactamente los días, meses y años de nuestra vida aquí en este mundo, sean durante la infancia, juventud o vejez, que nos preparan para la eternidad. Recibiendo a Jesús en el corazón como Señor y Salvador, pidiendo a Dios que nos reviste de Su gracia, que nos dirija por caminos de amor y fe, que nos muestre su voluntad en todos los momentos, entonces nuestros días serán un regalo, nuestros meses serán plenos de alegría y los años pasarán dejando un rastro de bendiciones.

La eternidad ya comenzó… jamás acabará… tendremos mucho tiempo para gozar la felicidad.