Teniendo miedo del animal, ella nunca se atrevía a expulsalo. En vez de eso, ella iba hasta la ventana y gritaba: «gatos»! El perro inmediatamente corría hasta la ventana y comenzaba a ladrar. Mientras tanto, la vieja señora ocupaba el lugar en su butaca preferida. Un día el perro entró en el cuarto y halló la señora sentada en la butaca.
Él se dirigió hasta la ventana y, mirando para afuera, se mostró muy agitado y comenzó a latir sin cesar. La señora quedó asustada y corrió para la ventana para ver lo que estaba aconteciendo. El perro, calmamente, ascendió y se instaló en la butaca. Los engaños practicados contra los otros, más temprano o más tarde se volverán a nosotros mismos.
La ilustración nos invita a una reflexión. ¿Hemos sido verdaderos en nuestras actitudesí ¿Hemos sido sinceros en nuestra relación con las personasí ¿Hemos testificado de Cristo haciéndolo verdadero en nuestras vidasí
A veces pensamos que un engaño aquí y una mentirilla allí no traerán ningún perjuicio para nadie. Hasta llegamos a decir que una mentira puede ser necesaria. Y, muchas veces, creemos realmente en eso. Pero la Palabra de Dios nos enseña lo contrario. mentira es mentira siempre y no existe mentiras pequeñas y grandes. Ella siempre herirá a la santidad de nuestro Señor y nos traerá consecuencias espirituales muy malas.
Cuando mentimos y engañamos a nuestro prójimo, en verdad estamos engañando a nosotros mismos. Dios se entristece con nosotros y nosotros mismos acabaremos entristeciendo a percibir qué dejamos de glorificar a nuestro Salvador e hicimos apenas aquello que agrada al diablo. Él es el padre de la mentira y no queremos ser contados entre sus hijos.
Somos hijos de Dios. El Señor Jesus es la Verdad. Vivamos de tal forma que siempre lo glorifiquemos.
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