¡Ni Por Mil Mundos!

«Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con voz de júbilo.  Porque el Señor, el Altísimo, es temible; Rey grande sobre toda la tierra» (Salmos 47:1, 2).

«Descanso en Él, habito en Él.Quando estoy en Su presencia yo olvido de mí misma.  Y cuando eso acontece yo experimento una vida de compañerismo tan divinamente dulce que no abandonaría este júbilo aun cuando fuese por mil mundos…

Cuando yo ojo para detrás yo me regocijo al ver que he sido salva; cuando yo ojo adelante, es todo una expansión de un amor ilimitado.  Seguramente el cielo de los cielos es amor.»

(Lady Maxwell)

No hay experiencia más marcante y más gloriosa que caminar en la presencia del Señor.  Es nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestro socorro en las horas de angustia, nuestro amigo cuando queremos compartir el goce y la alegría de las victorias.  Él nos anima cuando un momento difícil nos abate, Él nos levanta cuando, por un motivo cualquiera, desfallecemos de cansancio, Él nos carga en el cuello cuando no tenemos más ninguna disposición de seguir enfrente.

¿Qué el mundo podería ofrecernos de mejor?  ¿Qué mil mundos nos ofrecerían?  ¿Que felicidad puede el mundo nos presentar qué sea mayor de lo qué la alegría de la salvación?  ¿Que riqueza podríamos encontrar en mil mundos que no perteneciese a nuestro Padre y, por herencia en Cristo, a nosotros mismosí  ¿Que vida más abundante encontraríamos que aquélla derramada por Dios sobre sus hijos amadosí  ¿En que mundo encontraríamos la eternidad que solo la fe en el Señor Jesus puede conceder?

Muchas veces salimos por el mundo afuera en busca de aventuras, de conquistas, de algo que pueda satisfacer nuestro anhelo de dicha.  Buscamos por todo el parte y nada encontramos.  Ella no está lejos, no está escondida, no es privilegio de un grupo especial de personas.  La dicha está bien cerca de nosotros, al alcance de nuestros corazones.

Cristo es nuestra fuente de placer y en él encontramos todo de que necesitamos para una vida feliz…  para siempre.