«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:1-3).

Un incrédulo preguntó, cierta vez, a un predicador, el motivo por el cual el apóstol João llamó a a Jesus Cristo de «la Palabra» (Verbo).  Parecía un título extraño para él.  El predicador contestó: «me parece que así como nuestras palabras son el medio por el cual nos comunicamos con los otros, Juna usó el mismo término para mostrar que Jesus Cristo es el único medio escogido por Dios para comunicar con el hombre.» Jesus Cristo, entonces, es la palabra la predica de Dios para el hombre.

Somos cristianos, discípulos del Señor, y Cristo habita en nosotros.  Y se Cristo habita en nosotros, Él se comunica a través de nosotros.  Nuestra vida debe ser, siempre, un canal de comunicación de Dios a todos los que encontramos por el camino.

Nuestras actitudes necesitan demostrar la forma por el cual el Señor actuaría.  Nuestro amor debe reflejar el amor del Señor en cualquier circunstancia.  Nuestra palabra tiene que llevar fe, seguridad, esperanza y vida.  El Señor es la Vida y una vida, feliz y abundante, debe ser vista en nosotros.

El mundo actual no conoce esa vida.  Angustias y aflicciones parecen afirmar que la dicha mora bien distante y que jamás será encontrada.  Las tormentas son constantes, las crisis arman tiendas de campaña delante de cada portón, se intenta fugar de todo eso pero no se sabe para donde.

¿Será eso la vida?  ¿Dónde está la verdadera vida?  Está en Cristo…  está en todos aquéllos que confían En él como Señor y Salvador.  Quiere estar en usted para que usted también sea un grande canal de comunicación de la vida.

Deje Cristo hablar a través de usted.  Deje que la Vida sea esparcida por donde usted esté