Embajadores Especiales

«Así que, somos embajadores en nombre de Cristo» (2 Coríntios 5:20).

Un astrónomo solía salir por la noche para observar las estrellas. Cierta noche, cuando vagaba por el arrabal, con la atención totalmente colocada en el cielo, cayó accidentalmente en un agujero bien fondo. Mientras lamentaba, llorando por los heridas y contusiones, clamaba por ayuda y un vecino corrió hasta el lugar donde estaba, preguntando sobre lo que había acontecido. Al tomar conocimiento de los hechos, el hombre que le ayudara, habló:

«Escuche, compañero, parece que mientras usted se preocupa por las cosas del cielo, no consigue ver las cosas en la tierra».

Nosotros, cristianos, asimismo, podemos tener los ojos espirituales fijos en el Cielo, pero no podemos negligenciar nuestros deberes y responsabilidades aquí en este mundo.

Hemos sido llamados y enviados para ser una bendición, para ser ejemplo, para guiar a los perdidos al Camino de la salvación.

Muchas veces nos decimos salvos, hijos del Dios Todo Poderoso, pero vivimos cual si eso no fuese verdad. Estamos a todo tiempo cayendo en agujeros de engaños y, peor aún, llevando otros a caer en agujeros semejantes. Nuestras vestíduras no son limpias, nuestra luz está apagada, nuestras palabras provocan malestar, nuestro testimonio no convence a nadie.

Necesitamos, mientras nuestra mente está fija en el Cielo, estar atentos a la luz que debe orientar nuestros pasos, coordinar nuestras actitudes, purificar los lugares donde estamos. Somos ciudadanos del Cielo y embajadores del mismo Cielo aquí en la tierra. Nuestra principal tarea es hacer que los hombres se desvíen de los agujeros espirituales y no caer en ellos. Necesitamos amar los que están en el mundo, pues, nuestro Maestro les amó a punto de ofrecerse en la cruz por ellos. Necesitamos dignificar el Cielo que representamos y no denigrarlo.

¿Ha sido un embajador que engrandece Aquél que lo ha enviado?