«Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:30).

Yo siento placer, tu sabes, Señor, en servirte con visible fervor. Sabes como yo hablo con alegría en un club de mujeres. Conoces mi entusiasmo cuando participo de una reunión de estudio bíblico. Pero, ¿como yo reaccionaría, yo me pregunto, si Tu me mostrases una vacija con agua y me pidieses para lavar los pies y callos de una mujer vieja, encorvada y llena de arrugas, día tras día , mes tras mes , en un cuarto donde nadie me viese y ni aun supiese de lo que estaba haciendo?» (Ruth Calkin)

¿Qué expectativas tenemos cuándo servimos a Diosí ¿Qué esperamos de retorno? ¿Cuál la recompensa anhelada? Nuestro propósito es mostrar la grande alegría y gratitud por las incontables bendiciones recibidas o ¿demostrar cuanto nuestra capacidad y dones pueden ser usados en el servicio del Señor?

Muchas veces nos quedamos inquietos hasta que llega nuestra oportunidad de orar en la iglesia. Queremos probar que somos emotivos, que las lágrimas rodarán en nuestros rostros, que las palabras de nuestra oración serán bonitas y penetrantes, que sabemos realmente hablar con el Padre.

Queremos estar en el grupo de alabanza para mostrar lo cuanto nuestra voz es afinada y el cuanto podemos emocionar todo el iglesia con nuestro canto. Queremos responder a las preguntas en el estudio bíblico para que todos comprueben lo cuanto conocemos la Biblia. Somos Fuertes delante de los reflectores, pero, ¿como somos, verdaderamente, cuándo las luces se apagan?

El verdadero cristiano es aquél que desaparece para el Señor aparecer. Es aquél que trabaja en amor y en silencio para la conquista de los demás. Es aquél que comprende que sin Cristo nada puede hacer.

La obra es de Dios — somos apenas trabajadores. La mies es del Señor — somos apenas sembradores. La gloria es de Cristo — somos apenas bienaventurados en poder estar a Su disposición.

¿Busca usted crecer cuando sirve al Señor u ocupa su legítimo lugar?