Las Vitaminas para la salud espiritual. Parte 6

“…¿CÓMO ESTÁS, HERMANO…” (2 Samuel 20:9 NVI)

No olvides que no estás todavía en tu verdadero hogar. Se cuenta de un antiguo buque de vapor que arribó al puerto de Southampton, donde se bajaron los pasajeros. A su llegada, soltaron gran cantidad de globos de helio mientras la multitud vitoreaba a una joven estrella de Hollywood que venía en el barco y que era recibida por familiares, amigos y seguidores. La última persona en dejar el buque fue un anciano que había pasado más de cincuenta años como misionero en la India. Todas sus posesiones estaban contenidas en una vieja maleta que llevaba con él. Cuando llegó a su habitación en un hotel barato, se arrodilló al lado de su cama y oró: ‘Señor, te he servido toda mi vida. He sacrificado todo para difundir las buenas noticias del Evangelio y muchos te han aceptado. Y sin embargo, nadie estaba en el puerto para darme la bienvenida a casa.’ Mientras seguía de rodillas, escuchó la voz de Dios que suavemente le decía: ‘Hijo, ¡todavía no has llegado a casa!’ Hijo redimido de Dios, ¡tú tampoco!

Si el Señor te ha bendecido con una casa hermosa, dale gracias y disfrútala. Pero no te acomodes demasiado, por que no es más que tu residencia temporal. Pablo pensaba en el cielo a menudo, y escribió: “Unas veces quisiera vivir, y otras veces no, pues mi verdadero anhelo es irme para estar con Cristo, lo cual es mucho mejor que quedarme aquí; pero de otro lado entiendo que, por causa vuestra, es más necesario que me quede”(Filipenses 1:23-24 CST). Dios tiene algo “mucho mejor” para ti. Un gran predicador afirmó en una ocasión: “Nuestra tarea primordial en este mundo es asegurarnos una morada en el venidero.”