El llamamiento al liderazgo. Parte 1

«…LEVÁNTATE Y PONTE SOBRE TUS PIES…» (Hechos 26:16)

Si Dios te ha llamado al liderazgo, no te sentirás realizado en ningún otro papel. El Señor le dijo a Pablo: «…Levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro…» (Hechos 26:16). El llamamiento al liderazgo requiere lo siguiente:

1) Capacidad. Tienes que identificar tus dones y luego canalizar tus energías en las áreas donde tengas más posibilidades de triunfar. Eso también significa reconocer tus limitaciones y ayudar y equipar a otros para que suplan lo que a ti te falta. Para hacerlo, no obstante, tienes que ser una persona segura de ti misma.

2) Valentía. Según Scott Peck: «Quienes toman mejores decisiones son aquellos que están dispuestos a sufrir por ellas, aunque reteniendo siempre su capacidad de ser resolutos.» Los buenos líderes no son necesariamente los más inteligentes ni los más creativos, sino aquellos con coraje para levantarse y tomar la iniciativa. Por lo tanto: «…Esfuérzate y sé muy valiente…» (Josué 1:7).

3) Claridad. Tal vez la visión para tu vida te sea revelada de golpe; sin embargo, los varios pasos para alcanzarla se te irán mostrando con el tiempo. No dejes que la falta de respuestas concretas te paralice; no pierdas de vista tu meta, aunque no estés seguro de todos los pormenores.

4) Capacitación. Sin un buen tutor, nunca explotarás todo tu potencial. Si crees que lo vas a aprender todo por ti mismo y a través de tus experiencias, allá tú, pero ¡vas a tener que vivir más años que Matusalén!

5) Un carácter intachable. Puedes liderar sin ser una persona de buen carácter, pero no merecerá la pena seguirte. Ser intachable te concede la autoridad moral para levantar un equipo con los recursos necesarios para cumplir la tarea. El talento te puede llevar muy lejos, pero si no va respaldado por un carácter adecuado, no realizarás tu potencial. Ese pensamiento debería mantenerte humilde.