«…MI PUEBLO ME DEJARON A MÍ, FUENTE DE AGUA VIVA, Y CAVARON PARA SÍ CISTERNAS… ROTAS…» (Jeremías 2:13)

¿Quieres sentirte satisfecho?

Es fácil tener contentamiento cuando todo te va bien. Pero eso sucede muy pocas veces. La Biblia nos anima a que pongamos en práctica el «estar satisfechos en cualquier situación» (Filipenses 4:12 parafraseado), porque si hipotecas tu vida esperando que pase algo, ¡a lo mejor te mueres en la espera! Según Epicuro: «No eches a perder lo que ya tienes al desear lo que no tienes. Recuerda que lo que tienes ahora es lo que antes esperaste.»
Tres cosas alimentan nuestra insatisfacción:

1) La avaricia. Cuando te obsesionas con lo que no tienes, no disfrutas de lo que Dios ya te ha dado. ¡Ten conformidad! Es bueno marcarse metas, pero no te enfoques demasiado en el resultado final y aprende a alegrarte en el Señor en el proceso.

2) El temor, que hace que huyas de algo que no te está persiguiendo. Es el arma que usa el enemigo para robarte la paz interior y la estabilidad emocional, atormentarte con problemas hipotéticos y evitar que confíes en Dios. Dijo el salmista: «En Dios, cuya palabra alabo, en Dios he confiado. No temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?» (Salmo 56:4).

3) Buscar satisfacción en los lugares equivocados. Dios dice: «…Mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí… cisternas rotas que no retienen el agua» (Jeremías 2:13). Se dice que pasamos los primeros cincuenta años buscando seguridad y el resto de la vida queriendo sentirnos realizados. Pero no debería ser así. Un autor de himnos compuso uno que dice: «Nadie puede satisfacerme, sino Cristo; no hay otro Nombre. En Ti, Señor Jesús encuentro amor, vida y felicidad perdurable.»

¿Quieres sentirte satisfecho? ¡Prueba a Jesús!