«MIRAD BIEN… QUE BROTANDO ALGUNA RAÍZ DE AMARGURA, OS ESTORBE…» (Hebreos 12:15)

La amargura es más devastadora que la traición

La traición es algo que otros te hacen a ti; ¡la amargura es algo que tú te haces a ti mismo! Si pasas por alto el dolor, te darás cuenta que tu resentimiento no es más que un obstáculo para tu propio éxito.

Elimina las palabras de amargura de tu conversación. No les recuerdes a otros tu experiencia, a menos que sea para enseñarles algo y animarles a que se sobrepongan a su propia angustia.

Lloyd Ogilvie dice: «El momento más difícil para ser amable es cuando sabemos que tenemos razón y que el otro está equivocado. Es cuando alguien nos ha fallado, lo ha reconocido, y su destino o felicidad está en nuestras manos. Recientemente un amigo me hirió con palabras y hechos. Cada vez que nos encontrábamos, me complacía en la ventaja de ser yo el ofendido. Al principio rechacé todos sus intentos de reconciliación, porque ya le había juzgado. El desafío más difícil que tuve que afrentar después fue entregar mi enojo y tratar con la herida. Finalmente, el Señor me dijo: ‘Lloyd, ¿por qué te importa tanto quien recibe los honores, si lo importante es que se haga Mi obra?’. En ese mismo instante cedí el derecho de ser lo que sólo Dios podía ser: el Juez y Salvador de ese hombre. Mi corazón se ablandó inmediatamente y mi actitud hacia él cambió».

Cuando retienes el perdón, dañas a la otra persona, pero tú te hieres más, ¡mucho más! Pierdes la alegría de vivir. Planea sobre ti como una nube, afectando todo lo que haces. Pero cuando perdonas,ofreces paz y restauración al perdonado, y también a ti mimo. Por lo tanto, ¡perdona hoy!