«…EL SEÑOR ME DIO LENGUA DE SABIOS…» (Isaías 50:4)

¡Las Palabras, las palabras, las palabras en la Biblia!

Tus palabras son como la nitroglicerina: pueden volar un puente o sanar corazones. Se puede saber mucho más de una persona por lo que ésta dice de otros que por lo que otros dicen de ella. Nunca juzgues el motor por su tubo de escape; la ignorancia siempre habla demasiado. La sabiduría dice que el mejor momento para morderte la lengua y no hablar es cuando sientes que «tienes que decir algo». Algunos hablan por experiencia; otros, por experiencia, no hablan. Es porque han aprendido mejor. Jesús dijo que de hecho tus palabras determinan tu destino. Escucha: «…por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:37). Salomón dijo: «La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos» (Proverbios 18:21).

Intenta recordar que tus palabras tienen la capacidad de hacer bien y de hacer mal; pueden herir o sanar. Si hay algún terreno donde todos necesitamos más disciplina, es precisamente en el área de «la lengua». Según Isaías: «…el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado… despertará mi oído para que oiga como los sabios… Porque el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé…» (Isaías 50:4-7).

Cuando no sabes qué decir, no digas nada. Simplemente escucha, observa y deja que Dios te guíe. Después de todo, no se aprende nada mientras se está hablando.

Para hoy, intenta abstenerte de hacer cualquier comentario hiriente y concéntrate en hablar sólo palabras que animen y bendigan a otros. ¡Te sorprenderás de los resultados!