«EN EL DÍA QUE TEMO, YO EN TI CONFÍO.» (Salmo 56:3)

¡No tengas miedo!

¿Sabes cuánto te está costando el tener miedo por cosas que nunca sucederán? Los meteorólogos dicen que una niebla que cubre siete bloques de casas en la ciudad está formada de sólo de un vaso de agua, dividido en sesenta millones de partículas. Pero cuando baja, puede oscurecer y tapar todo. ¡Un pequeño temor puede hacer lo mismo!

¿Por qué casi la mitad de nosotros sufre de desarreglos ocasionados por presión? Porque en vez de andar por fe, pensamos que tenemos que volar como aviones a reacción, cargados de adrenalina, y lo pagamos con el miedo y la ansiedad. Es tan fácil que el miedo reemplace a la fe, pues tienen algo en común: ambos te desafían a creer que lo que no puedes ver está a punto de suceder. El temor te convencerá para que te alejes de algo que no te persigue en absoluto. Billy Sunday decía: «El miedo llamó a mi puerta; la fe contestó y cuando fui a abrir, no había nadie».

¿Pero cómo supero este miedo? Por fe, y ésta viene por oír la Palabra de Dios (Ver Romanos 10:17). Comienza a alimentar tu fe leyendo las Escrituras, ¡y observa como tus miedos acaban desapareciendo! Howard Candler dice: «Paso los primeros quince minutos de cada mañana llenando mi mente con la Palabra de Dios: de esa manera no queda espacio para la preocupación. ¡Una fórmula maravillosa! David dice: «En el día que temo, yo en ti confío… En Dios he confiado; no temeré…» (Salmo 56:3,4). ¡Y tú tienes que hacer lo mismo! Acude a su Palabra hoy, y descubrirás que Dios tiene todo bajo control.