«VUESTRO ATAVÍO NO SEA EL EXTERNO…, SINO EL INTERNO, EL DEL CORAZÓN…» (1 Pedro 3:3,4)

La belleza según la Biblia ¡un trabajo del ser interior!

En cierta ocasión, una compañía de productos de belleza pidió a los habitantes de una gran ciudad que enviaran fotos, juntamente con breves cartas, describiendo a las mujeres más hermosas que conocían. Al cabo de unas semanas llegaron miles de cartas.

Una llamó la atención de los empleados y en seguida se la pasaron al presidente de la compañía. La había escrito un muchacho de un hogar deshecho que vivía en uno de los barrios bajos. Con muchas correcciones de ortografía, en una parte de la carta se leía:

«En mi calle vive una mujer hermosa. Cada día la visito. Ella hace que me sienta el chaval más importante del mundo. Jugamos a las damas y escucha mis problemas. Me comprende. Cuando me marcho, siempre me dice en voz alta que está orgullosa de mí». El muchacho terminaba la carta diciendo: «Esta foto os muestra que ella es la mujer más hermosa del mundo, y espero tener un día una esposa tan guapa como ella».

Intrigado por la carta, el presidente pidió que le enseñaran la foto de la mujer. La secretaria le entregó la fotografía de una señora sonriente, sin dientes, de edad avanzada, y sentada en una silla de ruedas. Su escaso pelo lo tenía recogido en un moño. Las arrugas que formaban los profundos surcos en su cara eran, de alguna manera, menos visibles por el brillo de sus ojos.

«No podemos usar la foto de esta mujer”, exclamó el presidente sonriendo, “Ella mostraría al mundo que nuestros productos no son necesarios para ser guapa». [La mujer de la foto era la madre del joven…]