«…OCUPÁNDOOS EN VUESTROS NEGOCIOS… A FIN DE QUE OS CONDUZCÁIS HONRADAMENTE PARA CON LOS DE AFUERA…» (1 Tesalonicenses 4:11,12)

Llevando el nombre de tu Padre

En «el bautismo» de un recién nacido, la joven esposa dijo al pastor: «Mi esposo quiere que lo llamemos como su padre, y yo quiero que se llame como el mío». El pastor dijo: «¿Cuál es el nombre de tu padre?». «José». «¿Y cuál es el nombre del padre de tu marido?», preguntó. «José», dijo ella de nuevo. «¿Entonces, dónde está el problema?». El marido contestó: «Bueno, es que su padre es un delincuente y el mío un cristiano respetable. ¿Cómo va a saber la gente de quién lleva el nombre?». «Eso es fácil», dijo el pastor, «Llámenle José y vean a quién sale en el futuro. De esa forma, todos sabrán de quién lleva el nombre».

En cierta ocasión, San Francisco de Asís se llevó con él a un monje joven a predicar en la ciudad. Pero cuando llegaron allí, no hicieron más que charlar con los vendedores y con la gente de la calle. Al volver a casa, el novicio le preguntó a San Francisco por qué no habían predicado, y él le respondió: «La gente escuchó, observó nuestra actitud y comportamiento – ése fue nuestro mensaje».

Escucha: «…ocupándoos en vuestros negocios… a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera…» (1 Tesalonicenses 4:11,12). Eso significa: (a) Estar seguro que lo que dices concuerda con lo que haces; (b) Preocuparse por los demás de verdad; (c) No engañar a tu cónyuge ni en los impuestos; (d) Pagar tus facturas a tiempo; (e) Cumplir bien con tu jefe. Pedro escribió: «…sumisos unos a otros, revestíos de humildad…» (1 Pedro 5:5b).

Recuerda: una cosa es llamarte cristiano, ¡y otra que los que te conocen den fe de ello!