«NAAMÁN, GENERAL DEL EJÉRCITO DEL REY DE SIRIA, ERA UN HOMBRE QUE GOZABA DE GRAN PRESTIGIO DELANTE DE SU SEÑOR» (2 Reyes 5:1)

Sumisión y Autoridad ¿A quién estás sometido?

La señal de un verdadero liderazgo es la capacidad de servir. Aunque Naamán tenía el más alto rango en Siria, él servía bajo el rey. No importa la altura a la que llegues, siempre debes seguir rindiendo cuentas a alguien; eso es lo que te mantiene equilibrado y con los pies en la tierra. Cuando olvidas como se siente uno sirviendo a los demás, desarrollas un sentido de poderío y te vuelves dictatorial y dominante.

Como líder, un «tiempo abajo» es siempre bienvenido, un intervalo en el cual no eres el responsable de todo. Pero, en cualquier caso, debes mantenerte rindiendo cuentas a otra persona. Dentro de cada uno de nosotros hay un niño egoísta que se manifiesta de vez en cuando, y por lo tanto necesitamos a alguien que:

a) Escuche nuestros lloriqueos y aun así nos acepte.

b) Sea honesto con nosotros, ya que una buena opinión nos mantiene alejados del camino equivocado.

F.B. Meyer escribió: «Solía pensar que los dones de Dios estaban en estanterías unas encima de otras, y cuanto más creciésemos, más fácil nos resultaría alcanzarlos. Después descubrí que están en estanterías unos debajo de otros, y cuanto más nos rebajamos, más dones obtenemos».

Cuando Jesús enseñó a sus discípulos sobre el liderazgo, no lo hizo debatiendo con los fariseos o resucitando a los muertos. ¡No, cuando Él estaba preparando a sus chicos para la gran final, tomó una palangana y empezó a lavar pies sucios, juanetes, rozaduras y callos! ¿Por qué? Porque la manera de entrenar para liderazgo excepcional es siempre a través del servicio.