«SEÑOR, TÚ NOS HAS SIDO REFUGIO DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN » (Salmo 90:1)

¡En casa de Dios, en su presencia!

Después de un día duro es maravilloso llegar a casa, al lugar que conoces, el sitio donde puedes quitarte los zapatos, andar en tu bata y no preocuparte de lo que piense la gente. Y la presencia de Dios puede resultarte igualmente familiar. Con el tiempo, puedes aprender a dónde ir para alimentarte, dónde esconderte para encontrar protección, y hacia dónde ir para recibir consejo.

Dios no quiere ser «tu escape dominical». Él quiere ser «tu residencia permanente». Pensamos acerca de Dios como si fuera una deidad para discutir en vez de un lugar donde morar, pero Dios quiere ser mucho más. Él quiere ser Aquel en Quien «…vivimos, nos movemos y somos…» (Hechos 17:28). Cuando Dios guió a los hijos de Israel por el desierto, Él no apareció sólo una vez al día, abandonándolos después. No, la columna de nube estaba presente durante todo el día y la columna de fuego durante toda la noche (Ver Éxodo 13:21). Nuestro Dios nunca nos deja. Él prometió: «…Yo estoy con vosotros todos los días…» (Mateo 28:20). David dijo: «Una cosa he demandado al Señor, esta buscaré: que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida…» (Salmo 27:4). «Sí, genial», dirás, «A mí me gustaría estar en la casa de Dios también, pero estoy atrapado en el mundo real». No, es precisamente lo contrario; sólo una decisión hace que estés en la presencia del Padre. No necesitas cambiar de domicilio sino simplemente de percepción. Adondequiera que vayas hoy, no importa a qué te enfrentes, recuérdate: ¡Él está conmigo!