Y tú ¿ya quitaste todas tus piedrasí

Durante mi infancia viví en una calle llamada Abasolo en la ciudad de Teocelo, Veracruz, en México, nuestra casa se encontraba casi al final de la calle lo cual
nos permitía a mí y a mis hermanas contemplar como bajaba el agua cuando llovía y aprovechar para hacer barquitos de papel y ponerlos en la cuneta,
donde se formaba lo que parecía un pequeño arroyo. Era muy divertido ver viajar nuestros barcos de papel, aunque nos molestaba ver que chocaban en las piedras atravesadas en la calle y se hundían rápidamente.

Fueron felices días, hasta hoy me fascina ver la lluvia, me sigue pareciendo impresionante como las gotas caen con tanta fuerza que pueden después de
un tiempo desgastar aun el concreto. Recuerdo que una vez que la lluvia acababa, caminaba frente a mi casa y observaba que la calle estaba limpia, pero había piedras que se mantenían a los lados de la calle y en esos lugares se amontonaba tierra, piedras más pequeñas y basura, incluso de vez en vez aparecían joyas o juguetes que habían sido arrastrados por la corriente, pero estas piedras formaban una barrera donde se quedaban todos estos escombros.

Hace algunos días mientras leía una de las porciones que más me gustan del Evangelio según San Juan, recordaba estas vivencias, les comparto la cita:

Juan 3:5 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” El vocablo griego del cual se traduce agua es  júdor, que de acuerdo al diccionario Strong significa en efecto agua, pero tiene una aclaración entre paréntesis que dice como lluviosa.

Cuando pienso en lo que significa nacer de nuevo de agua, por supuesto vienen a mi mente ideas de purificación y limpieza, pero cuando entiendo que en este pasaje el vocablo griego significa agua como lluviosa, entonces pienso en una limpieza realmente profunda, de tal forma que procura no dejar impurezas.
Pero qué pasa cuando hay piedras en la calle que impiden que se realice esta limpieza profunda, que de nuestros corazones cuando no hemos querido retirar
esas piedras de nuestra vida pasada, pasa exactamente lo mismo que en la calle que les platicaba, mientras no las retiremos acumularan escombros,
basura, tierra, que mantendrán esa suciedad en aumento.

Pero hay algo más que puede pasar, si pusiéramos muchas piedras en fila y formáramos una especie de presa, cuando el nivel del agua subiera y su fuerza
creciera muy probablemente terminaría rompiendo ese obstáculo, lanzando de golpe la basura acumulada por todos lados.

Cuando nosotros voluntariamente nos sometemos a esa limpieza profunda, según el tamaño de las piedras, es probable que se queden huecos que lastimen pero que serán llenados por el Espíritu Santo y cubiertos por el amor de Dios, pero si no lo hacemos, lo más seguro es que tengamos que vivir situaciones que aumenten la fuerza y el nivel del agua y que terminen haciéndolas a un lado, pero por supuesto este proceso será mucho más doloroso.

Y tú ¿ya quitaste todas tus piedras, para que el Señor limpie tu corazón o aún esperas que sean removidas por la fuerza de una situación dolorosa? Reflexiónalo, Dios te Bendiga.