Perdona y sigue adelante

«…PERDONÁNDOOS.., COMO DIOS TAMBIÉN OS PERDONÓ A VOSOTROS..» (Efesios 4:32)

La palabra `perdonar’ significa literalmente `regalar’. El perdón tiene muy poco que ver con la otra persona; es una decisión a tomar, como dejar de fumar porque sabes que mantener dióxido de carbono en el cuerpo sólo puede hacerte daño. Así que, échalo fuera. Ánimo pues, ¡exhálalo! Suelta toda esa amargura que tienes e inspira el amor de Dios. La prueba de que amas es que perdonas al culpable. Eso es lo que Él hizo por ti y te manda que hagas lo mismo con los demás. No lo sugiere, lo ordena. ¿Vas a hacerlo, o vas a rehusar a perdonar cosas que no son peores que algunas de las que tú has hecho? Perdónales, o nunca podrás tener la relación que el Señor quiere que tengas con ellos y con Él.

Lo que no perdonas, lo revives. Eso da lugar a que sigas atacando a los demás, robándote la felicidad de amar y de ser amado recíprocamente. ¡Qué perdida más grande! La falta de perdón es un «cordón umbilical» que te mantiene atado al pasado. Cuando perdonas, lo cortas. Cuando te niegas a hacerlo, te quedas amarrado a recuerdos que te puedan dañar permanentemente. Así es como los problemas pasan de generación en generación. De manera que, toma la iniciativa hoy diciendo: «Esto se acaba hoy; ¡lo digo yo!». Aprende a recibir el perdón de Dios y de aquéllos a los que has herido, y ofréceselo a los que te han herido. Cuando lo hagas, tu corazón se enternecerá, tu espíritu se aliviará, tu mente se liberará, tu visión se aclarará y tus palabras se llenarán de ternura.