¡Se trata de Él, y ¡no de nosotros!

«Y sometió todas las cosas debajo de sus pies…Efesios 1:22)

Hasta que Copérnico apareció (1473-1543), se decía que el sol giraba alrededor nuestro, en vez de que nosotros giramos alrededor del sol. Lo que hizo Copérnico por este mundo, lo hace Dios por nuestras almas. Él nos apunta a su Hijo y dice: «En medio de todo esto, Cristo es el «eje central». En un momento en el cual el tema de muchos predicadores es: «Lo que el Señor puede hacer por ti», Pablo nos dice que Dios no existe porque somos gran cosa, sino que nosotros existimos para engrandecerle a Él.

Max Lucado escribió: «Luchamos contra esta idea porque desde la infancia exigimos nuestro modo de ver las cosas. «Quiero una esposa que me haga feliz, compañeros de trabajo que me respeten y me tengan en cuenta, un clima que me agrade, un gobierno que me sirva y un Dios que me dé todo lo que yo quiera». ¡Todo es sobre mí! ¿Qué pasaría si una orquesta funcionara así, con cada músico queriendo destacar y hacer lo que le plazca? Los trombones tocando sin parar, los percusionistas batiendo a golpes para llamar la atención, y el trompetista subido en la palestra sonando vigorosamente. ¿Armonía? ¡Difícilmente! ¿Bienestar? ¡Ni mucho menos! ¿A quién le gusta la confusión o contribuir a una cacofonía? Ahora bien, ¿qué pasaría si cada uno de nosotros tomara su lugar, «tocara» su parte, siguiera la «partitura» que Él nos dio e hiciere su «música» la nuestra? ¿Qué ocurriría si habría menos de: «Yo quiero esto y lo otro» y más de: ¿Qué crees que es lo que Dios quiere?. Pablo respondió: «…mirando… y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen…» (2 Corintios 3:18). Dejando de mirarnos a nosotros mismos y considerando a Cristo nos hace parecernos más a Él. Esta forma de proceder nos cambia; ¿y no nos vendría bien?