“…JÚZGAME, SEÑOR, CONFORME A MI… INTEGRIDAD” (Salmo 7:8)

Chuck Swindoll cuenta la anécdota de un hombre que compró dos raciones de pollo frito, para él y su acompañante femenina, en un restaurante de comida rápida. El camarero le entregó, por error, todo el dinero recaudado en el día, un recipiente lleno de dinero en lugar del pollo. Escribe Swindoll: “Cuando llegaron al lugar escogido para el picnic se dieron cuenta de que les habían dado algo más que pollo – ¡más de 800 dólares! Pero ese hombre era un poco raro, así que volvió a meter el dinero en su sitio y regresaron al lugar del incidente. Cuando llegaron, el gerente estaba como loco. “Don Honrado” salió del coche, entró en el restaurante y de repente se convirtió en un héroe. ‘Mire, vine a comprar unas raciones de pollo y acabé con todo este dinero’ dijo.

El gerente no podía contener su alegría y le replicó: ‘Voy a hacer que su foto aparezca en el periódico local. Usted es una de las personas más honradas que conozco.’ A lo que el hombre respondió enseguida: ‘No, por favor, no lo haga’; luego, acercándose al gerente le dijo en voz baja: ‘Lo que pasa es que la mujer con la que estoy… bueno, es la mujer de otro.’

Ilustración Cristiana Sobre La Integridad

El apóstol Pablo escribe: “Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad…” (Efesios 6:14 NVI). Se refería a una faja de cuero que los soldados romanos se ponían alrededor de la cintura para proteger los lomos y llevar armas, como dagas y espadas. Esta faja también sujetaba la túnica para que ésta no se enganchara y le hiciera detener al soldado. Si lo aplicamos a tu armadura espiritual, la integridad es como ese cinturón que te protege y hace que todas las áreas de tu vida estén en armonía. Si no tienes integridad, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, vas a perder la batalla. Sin integridad, todo sale mal.