Salomón comenzó su reinado como rey y con el encargo de la construcción de un templo para Dios. Con la sabiduría de Dios y las habilidades de los más hábiles artesanos, Salomón construyó un templo magnífico. En el día de la dedicación, la gloria de Dios llenó el lugar. La presencia era tan fuerte que incluso los sacerdotes no podían ministrar.

La gloria del SEÑOR llenó la casa. 2 Crónicas 7:1

Desde el nacimiento de Jesús, hasta la muerte y su resurrección—la cortina del templo se rasgó en dos, lo que significa que ya no se necesita un templo para encontrarse con Dios. Nuestros cuerpos sirven como el templo de Dios donde su gloria puede habitar. Cuando le pedimos a Jesús que entre a nuestro corazón, Él nos da el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos ayuda a discernir entre el bien y el mal. Él nos guía a toda verdad y nos consuela cuando somos heridos. Su papel es fundamental para nuestra capacidad de vivir una exitosa y fructífera vida Cristiana. Sin el Espíritu Santo, nuestros templos no puede reflejar la gloria de Dios a los demás.

Con el fin de mantener nuestro templo sagrado, necesitamos asegurarnos de que hemos rendido completamente nuestros corazones al Señor. También debemos de luchar por vivir con rectitud y pureza para que el Espíritu Santo encuentre un hogar en nuestros corazones. Él no continuará luchando con nuestro pecado, Él nos va redarguir y nos guiará hacia el arrepentimiento.

Cuando nuestro templo es separado para la gloria de Dios, Él hace su mejor trabajo dentro de nosotros y alrededor de nosotros. Nuestra mente finita no puede comprender el poder y la presencia de Dios cuando Le damos rienda suelta a nuestras vidas. El templo de salomón fue hermoso y exquisito; sin embargo, esto palidece en comparación con la obra poderosa de Dios que cambio nuestro ser interior de la oscuridad hacia la luz eterna de Cristo.

Oración

Amado Señor, ayúdame a mantener mi templo sagrado y separado para tus propósitos. Quiero que el Espíritu Santo me lleve y me guíe. En el nombre de Jesús, amén.