¿Cómo es el frenético mundo y sus negocios a nuestro alrededor? ¿Cuántos de nosotros hemos aprendido la disciplina de guardar silencio ante Dios?

Es cuando hacemos una pausa y reflexionamos sobre Su bondad que comenzamos a entender nuestro llamado a un nivel más profundo. Más aun, esto es difícil para muchos de nosotros porque nos atraen los logros, las expectativas de los demás y el cumplimiento de nuestros propios deseos egoístas.

Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. Exodo 14:14

Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar en oración. Podemos perder la voz de Dios cuando no sabemos callar. Cuando Elías huyó de Jezabel, Dios no le habló con un fuerte viento, terremoto o fuego. Más bien, era una voz suave y apacible.

Muchos de nosotros anhelamos oír la voz de Dios; pero, no estamos dispuestos a apagar todo el ruido que nos rodea.

Queremos examinar los medios sociales, ver nuestros programas favoritos en la televisión o disfrutar de nuestras actividades recreativas. Aunque estas cosas no son malas en sí mismas, pueden ser obstáculos para escuchar la voz de Dios.

La noche silenciosa, la noche buena, es un tiempo de reflexión de la bondad de Dios sobre nuestras vidas. Permite que la dulce música de adoración se eleve en nuestras almas. El Espíritu Santo confirma las verdades que conocemos de la palabra de Dios y nos da la dirección de los próximos pasos que necesitamos dar.

Estar callados ante Dios nos ayuda a recordar la noche en que nació Jesús. Sabemos que nuestra paz viene de Él. Su nacimiento fue un regalo para toda la humanidad y continúa brillando la luz de la verdad cada noche navideña. Hagamos silencio y escuchemos la voz de Dios.

Oración:
Amado Señor, necesito escuchar Tu voz cada día. Llévame a esos lugares de silencio y soledad para que pueda oírte mejor. En el nombre de Jesús, amén.