Hoy quiero hablar e intentar explicar uno de los pasajes más importantes y discutidos de toda la Biblia: Me refiero al versículo de Isaías 7:14. Esta profecía mesiánica habla de la virgen María y del nacimiento milagroso de Jesús. Este texto de las escrituras ha capturado la atención de creyentes y estudiosos durante siglos, y su importancia trasciende el tiempo y afecta nuestra fe. En este versículo, encontramos la promesa de un nacimiento milagroso, un símbolo de Dios que apunta hacia la venida de El Salvador. Sígueme en este texto mientras explico este pasaje con detenimiento, buscando comprender su significado real y su relevancia para nuestras vidas hoy en día.
La Biblia en el libro de Isaías 7:14 nos presenta una profecía dada por el profeta Isaías al rey Acaz en medio de una situación de crisis. El reino de Judá estaba amenazado por enemigos poderosos, y Acaz estaba lleno de temor y desconfianza en Dios. En este contexto tenso, Dios envía un mensaje de esperanza a través de Isaías: una señal extraordinaria de su presencia y cuidado.
La promesa de Dios es clara: «Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.» Aquí, la palabra «virgen» ha sido objeto de debate y controversia. Y esto porque en idioma hebreo, se utiliza la palabra «almah», que se refiere a una mujer joven, generalmente en edad de casarse. Algunas personas argumentan que esta palabra no necesariamente implica virginidad, ya que hay otras palabras en el idioma hebreo específicas para referirse a una virgen, como «betulah». Pero, la traducción griega de la Septuaginta utiliza el término «parthenos», que sí significa claramente «virgen».
Ahora, independientemente de las interpretaciones lingüísticas, la enseñanza central de este pasaje es clara: Dios promete un nacimiento sobrenatural, un hijo que será llamado Emanuel, que significa «Dios con nosotros». Esta profecía apunta hacia el cumplimiento en el nacimiento de Jesucristo, quien verdaderamente fue concebido por una virgen, María, y cuyo nacimiento representa la presencia de Dios entre nosotros.
En el Evangelio, según Mateo, se confirma una antigua profecía mesiánica, donde se cita Isaías 7:14 para hablar del nacimiento de Jesús. Este acontecimiento, según Mateo, cumple la promesa divina hecha siglos atrás. Jesucristo se presenta como la realización de todas las promesas de Dios, siendo el Emanuel que llega para redimirnos y restablecer nuestra relación con Dios. Mateo registra estas palabras:
23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, qué traducido es: Dios con nosotros (Mateo 1:23).
Además, en el evangelio de Lucas 1, la misma María confirma esta profecía al preguntarle al ángel enviado por el Señor:
34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Lucas 1:34-35).
Según el testimonio de María, ella es el cumplimiento de esta profecía, y revela el detalle semántico sobre la palabra en cuestión «almah» al afirmar que no ha conocido varón.
Por lo tanto, al reflexionar sobre el texto de Isaías 7:14, somos confrontados con la realidad de un Dios que cumple sus promesas en su tiempo perfecto. Esta profecía nos desafía a confiar en la fidelidad de Dios, incluso en medio de las circunstancias más difíciles. Claramente, nos recuerda que Dios está con nosotros y en nosotros en todo momento, obrando su plan de redención y restauración.
Así que te desafío hoy a confiar en la promesa de Dios, a aferrarse a la esperanza del Emanuel que está con nosotros y en nosotros. Para que podamos vivir cada día recordando que Jesucristo es la manifestación del amor y la gracia de Dios en nuestras vidas. Que podamos proclamar con gozo que Dios está con nosotros, y que su presencia transforma todas las cosas.
Para terminar deseo que la profecía de Isaías 7:14 nos anime a vivir con fe, esperanza y valentía, sabiendo que el Dios que prometió enviar a su Hijo para salvarnos sigue obrando en nuestras vidas hoy. Amén.
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