CONSAGRACIÓN EN LA VIDA PERSONAL DEL CREYENTE
«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.» — 1 Corintios 6:19-20 (RV60)
El fundamento de toda consagración radica en el hecho de que hemos sido comprados con un precio, no con cosas corruptibles como plata u oro, sino con la preciosa sangre de Cristo (1 Pedro 1:18). Al consagrarnos, no nos estamos apropiando de Cristo, sino que reconocemos que le pertenecemos por un derecho inalienable. En el contexto del mercado de esclavos, donde los seres humanos eran tratados como ganado, esta idea se presenta como el primer paso en nuestra entrega al servicio y la persona de Jesucristo, nuestro Señor, quien nos rescató. Como esclavos, pasamos de un amo a otro. En la cultura hebrea, un israelita a veces se vendía como esclavo hasta el año del jubileo, o hasta que un pariente lo redimiera (Levítico 25:47-50).
Entonces, nuestro «Pariente», Cristo, nos rescató del pecado, la culpa y la condenación; al comprarnos, declara: «Seréis para mí, no para otro.» El reclamo de nuestro Señor sobre nosotros se fundamenta en su propio sacrificio supremo. Como dice el apóstol Pablo, «Él se entregó por nosotros, para librarnos de toda iniquidad» (Tito 2:14). Se entregó a la muerte en la cruz, para que podamos considerarnos muertos al pecado.
Los apóstoles se identifican constantemente como «siervos o esclavos de Jesucristo». Sería glorioso que todos pudiéramos vivir de esta manera, reconociendo que nada nos pertenece exclusivamente, sino que todo lo que tenemos nos ha sido dado para usarlo en servicio a nuestro Señor y Maestro. Él nos asigna a cada uno el trabajo que mejor podemos hacer. Algunos son llamados a servir en posiciones prominentes dentro de la iglesia, mientras que otros trabajan en la humilde oscuridad. Sin embargo, todos son importantes en el gran plan de Dios, y lo único que Él nos pide es que sirvamos con fidelidad.
Nunca olvidaré cuando comprendí por primera vez que pertenecía por completo a mi Señor; que ya no tenía libertad de elección para buscar mi propio beneficio o placer. Desde ese momento, mi vida ha sido de libertad absoluta, porque en el servicio a Cristo, los verdaderos esclavos son los verdaderamente libres. Cuanto más obedecemos a Cristo, más plenamente experimentamos la verdadera libertad y gozo.
ORACIÓN
Oh Señor, me entrego a ti. Nací para servirte, para ser tuyo, para ser tu instrumento. No pido ver, no pido saber, solo pido ser usado. En el nombre de Jesús, amén.
¿Te gustó este artículo?
Suscríbete a nuestro canal de YouTube para ver videos sobre temas bíblicos.
Visita nuestros cursos bíblicos.
Se miembro de nuestro ministerio y obten todos los recursos.