En los momentos más oscuros de Su vida terrenal, Jesús experimentó la traición, el abandono y la negación de aquellos en quienes confiaba. Sus apóstoles, aquellos a quienes había elegido y enseñado, lo dejaron solo en Su hora de necesidad. Solo un puñado de mujeres permanecieron fieles a Su lado, ofreciendo consuelo en medio de la agonía.
¿Por qué soportó Jesús tal sufrimiento? ¿Por qué enfrentó la vergüenza y el dolor de la traición y la crucifixión? La respuesta está clara: lo hizo por ti, por mí, por cada uno de nosotros. Su sacrificio no solo nos redimió, sino que también nos aseguró que nunca estaríamos solos. Jesús prometió nunca traicionarnos, negarnos ni abandonarnos.
«Su resurrección no solo es un evento histórico, sino un testimonio eterno de Su amor inquebrantable por nosotros«. Jesús vive para siempre como nuestro abogado en la presencia del Padre. Él intercede en nuestro nombre, defendiendo nuestra causa y asegurando que seamos bendecidos abundantemente.
Incluso en nuestros peores momentos, cuando la culpa nos abruma y los demás nos rechazan, podemos aferrarnos a la verdad de que Jesús está a nuestro lado. Su amor y gracia son mayores que cualquier acusación o condena que enfrentemos. Nosotros, como hijos de Dios, somos amados, defendidos y declarados inocentes por el veredicto divino de la jurisprudencia celestial.
Entonces, ¿qué temeremos si Dios es por nosotros? Su amor y gracia nos sostienen, incluso en medio de las tormentas más difíciles de la vida. Jesús, el vencedor sobre la muerte, está sentado a la diestra de Dios, abogando por nosotros sin cesar.
Escucha bien: Su sacrificio no fue en vano. Jesús es la garantía de un nuevo pacto, el mediador entre Dios y la humanidad. Su sacerdocio es eterno, su amor es inagotable y su gracia es suficiente para cada uno de nosotros.
En medio de un mundo lleno de incertidumbre y decepción, podemos encontrar consuelo y seguridad en Jesús. Él es nuestro amigo fiel, nuestro defensor constante y nuestro salvador eterno.
Oremos juntos:
Padre celestial, te agradecemos por el regalo incomparable de Jesús y por Su victoria sobre la muerte. Gracias por su amor incondicional y su gracia abundante. Ayúdanos a aferrarnos a la verdad de que nunca estamos solos, que Jesús está siempre a nuestro lado, intercediendo por nosotros en tu presencia. Que podamos vivir cada día con confianza en tu amor y tu promesa de bendición. En el nombre de Jesús oramos, amén.
¿Te gustó este artículo?
Suscríbete a nuestro canal de YouTube para ver videos sobre temas bíblicos.
Visita nuestros cursos bíblicos.
Se miembro de nuestro ministerio y obten todos los recursos.